Lo que pasó, pasó

croldan@elnuevodia.com

A edades tempranas, cuando podría pensarse que nada se recuerda claramente, las memorias calan. Se ha argumentado mucho cuán profunda es esa huella y qué significado tiene una vez ese menor se convierte en adulto.

Hoy sabemos que aún cuando no seamos capaces de acceder conscientemente a muchas experiencias del pasado, estas tendrán un rol determinante en nuestra forma de actuar. Y es que durante los primeros años de vida es que se desarrolla la personalidad.

"Cambiamos conductas y hábitos, pero la personalidad es fija. Nuestro repertorio de conducta, pensamientos y emociones se forma en esos primeros 6 años. Así es que la infancia es nuestra vida", afirma el sicólogo clínico, Santiago Rivera Santos.

Se le llama huella o inscripción mnémica al conjunto de esas experiencias. Para entender su marca, piensa que tus recuerdos son documentos y la memoria una computadora. Al igual que el aparato, todos tenemos un sistema de archivo. Una vez ocurre un evento -especialmente si se sale de la norma- lo depositamos en él. Se convierte en un documento.

¿Qué pasa con nuestras memorias?

Es muy probable que mientras más incómoda sea la escena, más oculta quedará. Esta acción te permite continuar funcionando sin evocar constantemente ese momento de dolor. Pero al mantenerse viva en tu inconsciente, la experiencia marcará tu manera de reaccionar a eventos similares, sin ningún tipo de análisis.

Para entender porqué esto ocurre, hay que tomar en cuenta que las experiencias buenas y malas provocan alteraciones en la organización cerebral. Incluso, ya a los 3 años de edad el cerebro alcanza el 90% de su tamaño adulto.

"Debido a que el cerebro se organiza a una velocidad tan explosiva durante los primeros años de vida, las vivencias durante este período tienen mayor potencial de influenciarlo positiva o negativamente", explica la Academia Americana de Expertos en Estrés Traumático.

La neurociencia ha estudiado extensamente la relación entre la infancia y el desarrollo del cerebro. Una investigación de la Escuela Politécnica Federal de Lausanne (EPFL), en Suiza, halló que enfrentadas a eventos estresantes, personas cuya niñez fue normal reaccionaron activando la corteza orbitofrontal del cerebro, que es la parte a cargo de regular las reacciones agresivas. La misma zona casi no funcionaba en quienes vivieron un trauma en los primeros años de vida.

Otras investigaciones han descubierto una relación entre la cantidad de años que vive una...

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