Desde el corazón de la violencia

Por Ivis Negrón Pérez

ivis.negron@gfrmedia.com

Santos define esa conducta abusiva como un virus que se ha colado en los más cerrados núcleos sociales, que se hereda de una generación a otra hasta esparcirse discretamente a todos los niveles - laborales, políticos y comunitarios. El antídoto que utiliza para detener su propagación tiene poco atractivo, pero buenos resultados. Combina la empatía, el respeto a la vulnerabilidad del otro y a sus derechos, aun cuando ese otro lo confunda con debilidad. Es una batalla personal que gana o pierde cada día, que le lleva a hacer muchos silencios e introspección, haciéndose el propósito de transformar a los demás cambiándose primero a sí misma.

"La normalización de la conducta abusiva se está dando en la escuela, en la familia, en la comunidad. Es un virus social que ha penetrado tanto, que si uno, como individuo, no asume de forma proactiva una acción de atenderlo, pues esto no se va a acabar", comenta la experta, quien dirige el proyecto de prevención para niños y jóvenes Crearte en Río Piedras. Su trabajo parte de algo muy simple: ser una persona acogedora, ya que asegura que entre las múltiples causas de la violencia la carencia de afecto es la mayor.

"Estamos en una posición de defensa. Eso es lo que crea la conducta abusiva y eso es lo que los muchachos están aprendiendo, a defenderse", sostiene la psicóloga.

Con Santos coincide Lourdes Ortiz, trabajadora social que dirige el Centro Sor Isolina Ferré de Caimito. Por años, a su institución han llegado jóvenes y adultos con procesos vulnerados por la falta de amor, que resultan en pobre manejo de emociones y en distorsiones sobre los derechos individuales y colectivos.

"Cuando llegan a nosotros, les parece normal resolver los problemas a punta...

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