Hay que abrir espacios para la participación

Por Roberto Mori González

Especial para El Nuevo Día

La convocatoria más común es la que se hace a tomar la calle, al piquete, a la marcha multitudinaria, a la huelga, al rescate de terrenos, a la desobediencia civil. No hay duda de que, a corto plazo y en situaciones mayormente extremas de falta de una respuesta positiva por parte del Gobierno en asuntos trascendentales -como en el caso del gasoducto o del aeropuerto- los intentos de resolver la situación mediante el ejercicio de una "soberanía directa" del pueblo parecen ser la solución más sensata o quizás, la única. En la realidad, no siempre funciona.

Independientemente de que este método de involucramiento ciudadano sea o no efectivo, la realidad que nos golpea la cara es que el problema básico emana del hecho de que las decisiones trascendentales en el país se toman mediante procesos de los cuales los más amplios sectores del país no han sido parte. Nuestra democracia representativa concentra esas decisiones en el liderato partidista y en aquellas personas y organizaciones con privilegiado acceso a este. La otra realidad que nos golpea la cara es que la inmensa mayoría de la ciudadanía piensa que seleccionar a ese liderato mediante elecciones es la mejor manera de autogobernarnos. Eso tiende a ser así aun cuando nos confrontamos con el hecho de que sus decisiones resultan no ser las más convenientes para el país.

Otra manera de hacerlo, aunque no necesariamente a corto plazo, es activando a la ciudadanía para que asuma su rol como tal abriendo espacios para la participación ciudadana, es decir, exigiendo que se creen procesos de amplia participación para los diversos asuntos que nos atañen como pueblo...

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