El arte de la adivinación presidencial

Por PEDRO REINA PÉREZ

Especial El Nuevo Día

Desde que el general Nelson A. Miles desembarcara por las costas de Guánica el 25 de julio de 1898 y declarara públicamente las intenciones de la invasión militar que acabó con el incipiente gobierno autonómico y el dominio español en América, los puertorriqueños han vivido pendientes de los signos que confirmen nuevos tiempos. Días después del desembarco, el general Miles difundió una declaración donde confirmaba las pretensiones de la fuerza ocupadora: "No hemos venido a hacer la guerra contra el pueblo de un país que ha estado durante algunos siglos oprimido, sino por el contrario, a traeros protección, no solamente a vosotros sino también a vuestras propiedades, promoviendo vuestra prosperidad y derramando sobre vosotros las garantías y bendiciones de las instituciones liberales de nuestro gobierno". No obstante, la irresolución del estado de subordinación que resultó de este acto de guerra y la incertidumbre producto del silencio, la explotación y la indiferencia han caracterizado las acciones y omisiones de las autoridades metropolitanas con los puertorriqueños por más de un siglo. El resultado neto es un territorio no incorporado de cuatro millones de ciudadanos sin representación efectiva ni derechos políticos plenos, una situación filosófica y jurídicamente contraria a los principios sobre los que se fundó Estados Unidos como nación. Una paradoja de proporciones monumentales.

La importancia de las visitas presidenciales a Puerto Rico a lo largo del siglo XX no se puede entender sin considerar las transformaciones de la institución de la presidencia estadounidense. La aparición de la radio primero y más tarde la televisión amplificaron la proyección de los presidentes hasta convertirlos en personalidades mediáticas. Las primeras dos visitas fueron cubiertas por medios impresos. Theodore Roosevelt y Herbert Hoover visitaron la Isla, en 1906 y 1931 respectivamente, y comparecieron ante la Asamblea Legislativa. El primero designó la Reserva forestal de Luquillo, que incluía El Yunque, y el segundo rectificó el error de nombrar oficialmente a la Isla como "Porto Rico", devolviéndolo a su escritura natural en castellano.

Franklin Delano Roosevelt, quien manejó con maestría sus discursos por...

Para continuar leyendo

Solicita tu prueba

VLEX utiliza cookies de inicio de sesión para aportarte una mejor experiencia de navegación. Si haces click en 'Aceptar' o continúas navegando por esta web consideramos que aceptas nuestra política de cookies. ACEPTAR