25 años sin Basquiat

Por Ana Teresa Toro .ana.toro@elnuevodia.com

diseño y fotomontaje ibsen peralta

-¿Por qué te gusta el arte de Jean Michel?, pregunta el crítico René Ricard a un extraño en una galería en los 80.

-Por que parece arte, le responden.

Del ensayo The Radiant Child, 1981

No fue romántica. No fue poética. No fue serena. Fue todo lo que puede ser una muerte así. Cruda. Una sobredosis de heroína. El vacío que viene después. Fue un viernes. Estaba solo.

Por un rato, intentemos no alimentar el mito del artista joven, del genio incomprendido, del chico que el 12 de agosto de 1988 ingresó al club de los 27. Después de todo, se trata de un mito reescrito hasta la saciedad y, en el caso de Jean Michel Basquiat, de un mito que en muchos espacios ha pesado más que su obra misma.

Lo vemos en el filme biográfico Basquiat (1996) de Julian Schnabel, con Jeffrey Wright como protagonista, como un genio curioso, prematuro, que pasa por la vida como flotando por su entorno, como un explotado y un explotador del mundo del arte, como un adicto irredento, buen amigo pero solo, un desafiante asustado. Hablamos de él y de lo último que se habla es de su obra.

Todos recuerdan su peinado como una corona de dreadlocks, sus fotos boxeando con Andy Warhol o de piernas abiertas con Madonna. Recuerdan su sonrisa. De su obra se habla después, cuando se habla, y someramente. Y si así sucede es porque si algo ha logrado el mito mismo es ensombrecer una obra que, aunque sigue siendo un hit en el gran mercado del arte -con ventas millonarias y exhibiciones individuales alrededor del mundo-, su propio éxito ha impedido que se profundice en su contenido.

No es fácil ni barato organizar una exposición de Basquiat; lo que tiene como consecuencia que si la obra está esencialmente en manos de coleccionistas -salvo algunas excepciones- el acceso a la investigación es muy limitado. En fin, que ha crecido el mito, pero no la bibliografía. El mismo mercado que lo hizo rey, que lo explotó y él explotó, rige después de su muerte el devenir de su legado.

De cara al 25 aniversario de su fallecimiento, que se conmemora dentro de poco más de un mes, es justo acercarse a esta figura -uno de los más grandes artistas del fin del siglo pasado- no lejos de su biografía, que es vital en toda producción artística, pero sí un poco más cerca de aquello que miró de otra manera, que pensó de otra manera, desde lo que queda cuando un artista muere, la memoria de lo que tocó, de lo que sigue tocando. Quizás de eso se trate morir, de entender qué es lo que se toca.

Pero esta no es una historia mortuoria, sino todo lo contrario porque ha quedado claro después de su muerte que su producción artística, de más de 1,000 pinturas y 1,000 dibujos, además de su amplio catálogo de frases y gestos artísticos de arte urbano documentadas bajo el tag de SAMO (que surgió de la frase "same old shit"), son evidencia de que aunque su vida fue breve, a su obra le queda larga vida.

"Fue una promesa, pero hizo obra válida en sí misma. Decir que fue una promesa es como si su obra no se hubiese logrado y tuvo una obra duradera. En Puerto Rico tuvo mucho impacto", comenta la crítica y curadora Lilliana Ramos Collado, quien tuvo a su cargo el ensayo del catálogo, así como los...

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