La callada diáspora venezolana

Por Alba Y. Muñiz Gracia

amuniz@elnuevodia.com

Pero la gota para parece colmar la copa y que acaba de provocar tal mudanza es el problema de criminalidad y falta de seguridad e Venezuela, país con 28 millones de habitantes y que el año pasado reportó 19,336 asesinatos. Hoy día, la cifra de víctimas mortales del crimen ronda los 6,380 asesinatos según datos Observatorio Nacional de Prisiones, una organizacion no gubernamental que tiene un equipo de trabajo que monitorea violencia en el vecino país.

La comunicadora Johanna Tarazona, de 36 años, y su esposo, Andrew Acrich, de 37, se sumaron hace seis meses a los cientos de venezolanos que, en la última década, han convertido a Puerto Rico en su hogar.

A pesar de la ola criminal que ha alterado la vida de los puertorriqueños, Johanna asegura que los niveles de inseguridad no se acercan a los que se viven en Venezuela. "La inseguridad es lo que ha hecho esta diáspora. La razón principal es la inseguridad, no poder salir con tu esposo ni a ver una película. Aquí tú te relajas", indicó la joven, que actualmente labora en una empresa de compra y venta de compañías.

"Toda mi generación, el que podía tomar la decisión de irse, lo han hecho. La mayoría está en Europa, en España", agregó Tarazona mientras preparaba unos tradicionales tequeños (fritura hecha con masa de empanadillas y rellena con queso blanco venezolano).

Las cifras del Censo muestran, en efecto, una tendencia que confirma tal migración a Borinquen. En los últimos diez años, la población venezolana en la Isla ha aumentado de 1,811, en el 2000, a 2,945, en el 2010, según datos del Censo.

"La mayoría está en la Florida. También hay comunidades grandes en Colombia, Panamá y República Dominicana. En estos últimos 10 a 15 años se ha incrementado la migración por razones políticas y económicas. La economía de Venezuela ha estado en problemas desde 1983", indicó, por su parte, el fundados y presidente de la Asociación Venezolanos Empresarios Ejecutivos Profesionales (AVEP) de Puerto Rico, el arquitecto Alfredo Soto.

Alfredo y su esposa, Paola Belloso son también parte de ese grupo. Llegaron a la Isla hace 13 años junto a sus dos hijos, Verónica y Manuel, entonces de 4 y 2 años respectivamente, en busca de mejores oportunidades de trabajo a sugerencia de un cliente de Soto, que le recomendó abrir una oficina en la Isla.

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