Todo comenzó... bailando

tperez@elnuevodia.com

Hace una década que la pareja casada hace siete años viaja hasta remotos lugares como Rusia, Túnez o Dubai o Japón para ser parte de competencias de distintos circuitos en calidad de jurado. ¿Por qué se compite? Por el galardón de máximo bailarín de salsa.

"Somos una familia non stop, definitivamente viajera", describe el núcleo compuesto además por el pequeño Triam, un vivaracho niño presto a cumplir tres años en marzo.

"Cada vez que tenemos oportunidad, montamos el nene con nosotros. Hasta que tuvo dos años lo llevábamos así fuera a Suiza o ahí al lado a Nueva York o Miami. Pero ya la tarifa del boleto de avión es completa y hay que pensar si valen la pena viajes tan largos y costosos para tan poco tiempo", enfatiza la madre de Triam quien al conteo de sus padres hace versiones infantiles de pasos de hip hop con una soltura propia de su mezcla de genes.

Los viajes significan trabajo, aunque aprovechen los cinco minutos libres que puedan tener para conocer la ciudad o atracciones turísticas claves. Para la pareja, estas salidas fuera de Puerto Rico implican preparación y largas jornadas impartiendo talleres de salsa u observando participantes que buscan resaltar por sus dotes salseras.

"En las competencias, sólo somos evaluadores y también entrenamos a los que van a participar como jurado, hacemos espectáculos y damos talleres. Nunca hemos competido", propone Livolsi.

Y es que, lo que para muchos es un ameno espectáculo visual, para esta pareja es sinónimo de evaluación y observación de cada detalle o movimiento de los bailarines que compiten alredor del mundo.

"Por lo general llegamos martes y los jueves o viernes estamos saliendo de nuevo", explica Ortos José Gutiérrez, a quien seguro usted conoce sólo como Tito Ortos. La rutina se repite varias veces al mes.

Y seguirán en esas, "hasta que el cuerpo aguante o el niño se convierta en joven, entre a la escuela, y tenga carro y vaya a la Universidad...ay Dios mío", exclama Livolsi mirando amorosamente su retoño.

"Si no llega a ser por las abuelas no hubiésemos podido", confiesa Ortos en torno a sus respectivos padres quienes se quedan con el nene o los acompañan en los viajes.

Cada circuito de competencia funge, en la mayoría de los casos, como preliminar de eventos de envergadura como, por ejemplo, el Puerto Rico Salsa Open.

"Imagínate un festival donde la prioridad es el bailarín", cuenta Livolsi, "en Europa, como no es tan accesible volar orquestas de doce o catorce...

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