ESCENARIO DE CRISIS ECOLÓGICA

POr wilma maldonado arrigoitía

wilma.maldonado@gfrmedia.com

La Ley de Municipios Autónomos dispuso que los pueblos debían establecer un Plan de Ordenación Territorial. A 22 años de creada la ley, Arecibo no tiene el suyo, a pesar de la millonaria inversión que por años se ha designado para esos fines. Esto supone que al día de hoy no hay una guía que establezca los parámetros de desarrollo del área y atienda el impacto y el desgaste de recursos.

"Ante la ausencia de un plan tienes que estar respondiendo a cada proyecto analizando cada propuesta sin una visión", señaló el presidente de la Junta de Planificación (JP), Luis García Pelatti. "El plan te sirve para saber qué quieres hacer, qué quieres proteger, dónde quieres desarrollar pero también te permite retratar el municipio y ver qué recursos tienes porque la conservación últimamente sirve como estrategia económica", agregó.

Los mapas de la JP reflejan la alta concentración de áreas naturales, protegidas y agrícolas del municipio. Arecibo tiene la reserva natural del Caño Tiburones y la de la Cueva del Indio. Tiene además dos bosques estatales, un gran valle costero y un embalse. Es parte del la cuenca del río Grande de Arecibo y del carso norteño, entre otros.

Este patrimonio cohabita con una planta de generación de energía operada por la Autoridad de Energía Eléctrica (AEE), un vertedero regional, un incinerador comercial e industrial en operación, una planta de fundición de plomo, una pista de aceleración de vehículos, así como con la actividad industrial de varias empresas farmacéuticas y electrónicas.

Además, por la contaminación generada por un antiguo centro almacenaje de pesticidas y las antiguas instalaciones de una fábrica farmacéutica se encuentra bajo el programa del Súper Fondo de la Agencia Federal de Protección Ambiental (EPA, por sus siglas en ingles). Este programa federal tiene a cargo la tarea de limpiar, mejorar o restaurar los sitios que contienen desperdicios peligrosos.

Diversos estudios científicos y técnicos muestran que los recursos naturales de esta zona han sido impactados de manera nociva por la actividad humana. Lo que apunta no sólo al desdén, y en algunos casos hasta la impunidad, de algunos residentes, comerciantes e industriales, sino que también deja mal paradas a las agencias locales y federales, reguladoras y fiscalizadoras del ambiente que durante décadas han permitido desarrollos inadecuados o han exhibido una cuestionable laxitud en la supervisión.

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