Hijos de un hogar sustituto

Por Yaritza Santiago Caraballo

ysantiago1@elnuevodia.com

No se sabe si estos dos casos exitosos son la norma o la excepción en la vida de los niños y jóvenes removidos de sus hogares por el Departamento de la Familia (DF), pues no hay estudios que detallen qué camino siguen estos una vez salen de la custodia de la agencia. No es un secreto que la vida es tremendamente difícil para las personas que crecen sin el apoyo de una familia. Son muchas las historias trágicas que se conocen.

Pero también hay historias, como las de Yolanda y Omar, que demuestran que, con tesón y apoyo, se pueden superar este tipo de dificultades.

Hasta el 30 de septiembre de 2013, Familia tenía bajo su custodia 5,799 menores que están distribuidos en los 1,250 hogares de crianza y albergues que están certificados y licenciados por la agencia. Muchos de ellos vuelven a ser maltratados, pasan años de hogar en hogar o son víctimas de la negligencia de la agencia que se supone que los cuide.

Pero Yolanda, trabajadora social del DF y Omar, quien labora en el departamento de promoción y mercadeo de la American University, agradecen a esa agencia por darles una nueva oportunidad de vida.

Cuando apenas tenía seis años de edad, Yolanda fue removida de su hogar junto a sus dos hermanos de siete y tres años, tras sufrir un patrón de maltrato y negligencia por parte de su madre, quien padecía de esquizofrenia y que fue abandonada por el padre de los niños.

"Vivíamos en Ponce. Recuerdo que mi mamá nos pellizcaba y nos dejaba marcas. Teníamos moretones en los brazos porque nos pegaba los cigarrillos para apagarlos", dijo Yolanda a El Nuevo Día en la sala de su hogar en Cayey.

Estos hermanitos fueron privados de la educación pues casi no asistían a la escuela, tanto así que Martínez fracasó el primer grado. También pasaron hambre porque su mamá no les proveía alimentos.

"Llegamos a comer pan con hongo, cáscaras de guineos, y tierra. Cuando mis hermanos y yo teníamos hambre llegamos a cortar parte del sofá y lo rellenamos con habichuelas. Eso hacíamos para comer", relató.

A pesar del dolor que vivía, Yolanda aún recuerda con nostalgia y con un taco en la garganta el cariño que muchas veces recibía de su mamá. Para ella, era una mujer dulce, cariñosa que le cantaba la canción "Chiquitita".

Pero los episodios de esquizofrenia la transformaban en una mujer violenta al punto que un día amenazó con matar a sus tres pequeños con un cuchillo. Un vecino que escuchó los gritos alertó a la...

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