Icono del pasado a merced de la maleza

Por Osman Pérez Méndez

osman.perez@gfrmedia.com

Apenas existen unos pocos senderos que permiten acercarse a las viejas estructuras de la central, y para acceder a ellos hay que hacerlo desde otro sendero que bordea la verja del estacionamiento del centro judicial local.

Luego de algunos pasos, comienzan a verse los vestigios de una de las más grandes industrias de Puerto Rico, y que por décadas fue el corazón económico de esta zona.

Una primera ruina revela una arquitectura art deco. Adentro, todo está destruido, aunque lo que queda parece revelar una especie de laboratorio. Un par de viejos zapatos son el único vestigio de presencia humana. De vuelta afuera, hay que andar con cuidado, porque hay unos peligrosos huecos que dejan ver un foso lleno de agua. Más adelante, hay unos grandes agujeros parecidos a piscinas en los que ha crecido vegetación acuática y nadan peces. En sus bordes se solean robustas iguanas.

Aparecen restos de herrajes, plataformas de cemento, maderas y ladrillos, y hasta los rieles del ferrocarril. En un punto, alguien ha disparado con una escopeta, y la prueba son la veintena de cartuchos de plástico regados en el suelo. Al avanzar entre las ruinas, siguen apareciendo peligrosos huecos, algunos llenos de agua, otros de piedras, unos más de maleza.

Hay más estructuras, igualmente abandonadas. Una parece un almacén, cuya mitad tiene dos plantas. En el piso de arriba, hay dos cajas de pizza. Resulta difícil pensar que alguien fuera allí a merendar, aunque algunas paredes se han convertido en murales para graffitis. Del otro lado de un pasillo, hay otra nave de la estructura, que también tiene dos pisos en la mitad del espacio. En el piso de arriba, yace un viejo mattress al lado del agujero de una ventana. Junto a uno de los muros, hay un pequeño basurero clandestino.

Más adentro, la maleza se vuelve más espesa, y los senderos casi desaparecen. De pronto, hay otra antigua y enorme estructura, con su techo colonizado por aves. Parece el escenario de una película de horror, acentuado por los aleteos que retumban con el eco del lugar.

Finalmente, abriéndose paso entre bejucos y telas de araña, se llega a la base de las enormes chimeneas, alrededor de un cementerio de viejos ladrillos. Son dos estructuras impresionantes, el exterior de cemento, el interior de varias hileras de ladrillos rojos, testigos silentes de la época en que Puerto Rico llegó a ser un importante productor de azúcar.

La central azucarera de Fajardo fue...

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