Ley Núm. 93 de 18 de Junio de 2008. Ley para el Desarrollo y la Implantación de la Política Pública para la Niñez en Edad Temprana

EventoLey
Fecha18 de Junio de 2008

Ley Núm. 93 de 18 de junio de 2008

(P. del S. 2080)

(Conferencia-Reconsideración)

Para adoptar la "Ley para el Desarrollo y la Implantación de la Política Pública para la Niñez en Edad Temprana", a fin de establecer una política pública que atienda los asuntos y necesidades de la niñez en edad temprana de Puerto Rico; establecer las responsabilidades del Gobierno Central y de los Gobiernos Municipales; facilitar la coordinación entre todas las entidades públicas y privadas que ofrecen servicios a la niñez; crear el Consejo Multisectorial del Gobernador para la Niñez en Edad Temprana; establecer sus deberes y responsabilidades; y para otros fines.

EXPOSICIÓN DE MOTIVOS

No hay duda de que los niños y niñas son la mayor riqueza de un pueblo y la promesa de un mejor futuro. Eugenio María de Hostos destacó el valor de la niñez cuando escribió en su libro Moral Social que "los niños y niñas son promesa del hombre, el hombre esperanza de la humanidad". Por estas razones, reconocemos que debemos proveer a los niños y niñas la protección, el debido cuidado, las experiencias necesarias y las mejores oportunidades de vida que les permitan el máximo desarrollo de su potencial como individuos.

La niñez temprana, que abarca desde el nacimiento hasta los ocho años de edad, es un periodo crucial en el desarrollo integral de los niños y niñas. Al atender de manera específica los asuntos y necesidades de la niñez durante sus primeros años, por medio de una política pública centrada en este período, se reconoce que las experiencias en la edad temprana establecen la base para el desarrollo y el aprendizaje a través de toda la vida.

El dinero que utiliza un país para proveerles los servicios necesarios a sus niños y niñas en edad temprana, además de garantizar los derechos inalienables de esta población, constituye una inversión en el capital humano que compone su sociedad. La investigación longitudinal realizada en los Estados Unidos por la "High/Scope Educational Research Foundation" durante treinta y seis años, la cual incluye un análisis de costo-beneficio, concluye que la retribución sobre lo invertido (return of investment) a temprana edad es positiva y rentable, ya que produce beneficios sociales y económicos a largo plazo, al ayudar a establecer los cimientos del aprendizaje para toda la vida, aumentar la productividad de su ciudadanía y producir un ahorro en los costos relacionados con la implantación de estrategias remediativas. Estos beneficios incluyen, entre otros, niveles más altos de logros académicos, particularmente en las áreas de destrezas verbales y matemáticas; un mayor éxito escolar, reflejado en la reducción de la deserción escolar y el aumento en la tasa de graduación de escuela superior; niveles más altos de empleo y remuneración; mejores resultados en los indicadores relacionados con la salud; menor dependencia en el sistema de bienestar social; un descenso en la tasa de crímenes; mayor ingreso público y un menor gasto por parte del estado. (Schweinhart, L. J., Montie, J., Xiang, Z., Barnett, W. S., Belfield, C. R., & Nores, M. (2005). Lifetime ef fects: The High/Scope Perry Preschool study through age 40. (Monographs of the High/Scope Educational Research Foundation, 14). Ypsilanti, MI: High/Scope Press.).

En las circunstancias sociales y demográficas actuales, que incluyen los cambios en la estructura familiar y el aumento de la participación de la mujer en la fuerza laboral remunerada, la provisión de servicios de calidad para el desarrollo, cuidado y aprendizaje de los niños y niñas en edad temprana hacen posible que los miembros adultos de estas familias puedan cumplir con sus responsabilidades laborales, con la tranquilidad de que durante sus horarios de trabajo sus hijos e hijas en edad temprana reciben el cuidado y las experiencias que necesitan. Además, estos cambios apoyan el derecho de la mujer a desarrollar al máximo su potencial vocacional y a que se le facilite una mayor y más visible participación en la vida social y económica del país, sin que esto esté reñido con la crianza óptima de sus hijos e hijas.

Las experiencias que reciben los niños y niñas durante este periodo establecen la base para su desarrollo y aprendizaje a través de toda la vida y son medulares para alcanzar el potencial de desarrollo, tanto físico como social y cognitivo; son el punto de partida para construir y desarrollar conceptos, comunicar, interactuar, generar ideas, y desarrollar los procesos de pensamiento. Varias décadas de investigación documentan el papel que desempeñan estas experiencias en el desarrollo cognitivo y social de cada individuo y cómo éstas influyen en su formación. Gracias a ellas, los niños y niñas desarrollarán confianza, seguridad e independencia; elementos esenciales en la formación del carácter, de la autoestima y de las estructuras cognitivas. Estos primeros años constituyen un periodo de singular y fundamental importancia y por ello es responsabilidad de todos apreciar y reconocer este tiempo; es nuestro deber social respetarlo y valorarlo.

En el año 2000, el Center on the Developing Child de la Universidad de Harvard publicó un informe de la Academia Nacional de las Ciencias titulado From Neurons to Neighborhoods: The Science of Early Childhood Development. Este informe presenta cómo los adelantos de la neurociencia, la biología molecular, la genética y la investigación sobre el desarrollo del niño -al igual que los resultados de cuatro décadas de evaluación de programas y recolección de datos-, proveen la base sobre la cual los funcionarios gubernamentales, los proveedores de servicios privados, los líderes cívicos y los profesionales de estas áreas pueden diseñar políticas públicas efectivas para niños y niñas en sus primeros años de vida. Como resultado de esta investigación, y después de debates realizados por los profesionales involucrados, el Center on the Developing Child publicó las siguientes conclusiones principales: la calidad de las experiencias recibidas durante sus primeros años de vida determina si la arquitectura del cerebro de un niño proveerá o no los cimientos óptimos que necesitará en el futuro para todo aprendizaje, comportamiento y estado de salud; los niños y niñas en edad temprana necesitan relaciones positivas, oportunidades de aprendizaje y ambientes seguros; cuatro décadas de investigación sobre la evaluación de programas para esta población reflejan que los llamados "factores efectivos" (tales como el cuidado prenatal, las políticas ambientales y la calidad del servicio, entre otras) pueden maximizar su desarrollo en los primeros cinco años de vida; las estrategias de intervención utilizadas en programas dirigidos a niños y niñas considerados en riesgo han demostrado ser positivas para ellos y para sus familias; y los programas que han probado ser efectivos tienen como común denominador el haber sido evaluados y mejorados de manera regular y continua.

En la edad temprana surge lo que la neurociencia reconoce como las ventanas de aprendizaje o periodos sensibles para desarrollar ciertas habilidades, tales como el lenguaje y la eficiencia motriz. De hecho, la mayor cantidad de interconexiones entre nuestras neuronas se forman y desarrollan durante estos primeros años de vida. Si durante este periodo los niños y niñas no reciben las experiencias necesarias para potenciar este proceso, el desarrollo de estas habilidades resultará mucho más difícil.

Es imprescindible que todos los niños y las niñas tengan acceso a las condiciones de vida óptimas y necesarias para su desarrollo integral. Esto es fundamental para el bienestar de todos, pero particularmente para aquéllos que viven en condiciones sociales adversas y de pobreza extrema, ya estos factores aumentan su vulnerabilidad y los exponen a una serie de riesgos de tipo físico, emocional, ambiental y social.

Las relaciones entre los niños y sus familias son la base sobre la cual se cimienta su desarrollo y aprendizaje durante estos primeros años. En el núcleo familiar se encuentran las personas que les proveen el cuidado principal y es en él en donde ocurren las primeras experiencias de interacción con el ambiente externo; por esta razón, una relación familiar sólida y saludable redundará también en un mejor desarrollo durante la niñez temprana y una mayor oportunidad de crear relaciones saludables con los demás. La calidad de estas experiencias familiares durante los primeros años también influirá en el desarrollo de su sistema cerebral y en su capacidad para aprender. De hecho, la capacidad de cada familia para estimular a sus niños y niñas y alentarlos a aprender, creará las bases para las condiciones de éxito de cada niño en su vida adulta.

Las relaciones familiares saludables se fundamentan en el respeto entre sus miembros, en el conocimiento de sus roles positivos y en el reconocimiento del valor que tiene cada uno para el desarrollo saludable de los demás. Cada familia debe proveer un ambiente en el cual sus niños y niñas puedan ser escuchados, para identificar y entender así sus necesidades. Esto es fundamental, ya que entender este desarrollo ayuda a tener expectativas razonables para ellos, lo que a su vez les ofrece la oportunidad de confiar, aprender, crecer y explorar el mundo que les rodea. Las familias que comprenden y aceptan su rol como ente protector, proveedor y educador, se esfuerzan por satisfacer las necesidades de sus niños y niñas, y se involucran de una manera significativa y efectiva en la planificación y supervisión de los servicios que estos reciben.

Consciente de esto, la Asamblea Legislativa reconoce que al...

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