Majestuoso el purgatorio

Galicia - España

Pasadizos estrechos corren entre edificios que inmediatamente dilatan las pupilas. Son la herencia que la era medieval dejó en tierra gallega. Mientras se avanza hacia su catedral, dedicada al apóstol Santiago, el viajero nota la ausencia de colores vivos en las calles adoquinadas, habitadas por monumentos barrocos, tan sobrias como las del cielo lluvioso de invierno, que en esta ocasión se prolongó hasta finales de marzo. Pero esto acentúa su magia, una atmósfera bohemia y nostálgica.

Hay que saber que todos los caminos llegan a Santiago. Bueno, en realidad son seis: el Francés, el Portugués, del Norte, el Primitivo, de la Plata y el Inglés. También existe una ruta marítima, pero es la menos demandada porque los creyentes, deportistas y amantes de la aventura prefieren andar a pie, en bicicleta o a caballo para vivir emociones y experiencias que sólo en tierra se pueden dar.

Es precisamente en esta ruta donde el resto de los trayectos se juntan y hay un punto imperdible en todo itinerario: el Monte del Gozo, la última parada antes de llegar a la catedral, la guardiana de los restos del apóstol.

A 380 metros de altura los peregrinos derraman lágrimas al divisar las torres del templo que espera su llegada, saben que en menos de una hora, dependiendo del paso de cada quien, entrarán a la ciudad.

En la parte más alta del monte se construyó un monumento dedicado a Juan Pablo II, que al igual que las estatuas de los peregrinos, simboliza el esfuerzo de los caminantes.

Aquellos que aún conservan energía aprovechan para tomarse fotos, otros prefieren descansar para relajar los músculos o buscan refugio, porque aquí también es la zona residencial del peregrino.

Quienes han recuperado fuerza continúan; en menos de 15 minutos entran a la parte urbana.

Van con todo lo necesario en la mochila, apoyados sobre bastones especiales para caminar, en grupos o parejas. Hasta ahora no ha pasado por aquí algún solitario, pero sí una que otra bicicleta, aunque son las menos.

Surgen las primeras casas, después vías vehiculares que pasan por encima de las férreas. Por ahí se ve el museo que exhibe todo lo relacionado a la cultura gallega, para pasar a restaurantes, tiendas de artesanías y hasta panaderías que venden roscas, como las de México, pero pequeñas y llenas de azúcar para el deleite de los ahijados durante la Semana de Pascua, como dicta la costumbre entre los padrinos solteros.

Siguen calles, casas, paradas del camión y poco a poco se va...

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