La venda de la fe

ANA LYDIA VEGA

ESCRITORA

La entrevista mutua copó la primera parte de la conversación. Luego vino la tanda interminable de fotos de su peregrinación a Roma para retratarse con Pancho Primero y las de los bautizos, confirmaciones y primeras comuniones de sus nietos.

Entonces se empeñaron en enviar (con mi resignada participación) mensajes de texto imprudentes y "selfies" de changuerías y morisquetas a otros excompañeros de clase.

Unas cuantas cervezas y varios platos de picadera después, entre anécdotas chistosas sobre las monjas y los curas que habían sido nuestros maestros, surgió un tema tan inevitable como desagradable. Fui yo quien lo propuse y por poco no vivo para contarlo. Como bomba nuclear cayó mi sondeo de opinión sobre los más recientes escándalos sexuales de la Iglesia Católica.

¿Los más recientes?, preguntó ella un tanto alarmada. Los de Puerto Rico, precise yo por aquello de ahorrarme un inventario histórico de fechorías clericales que se hubiera remontado a la época de los papas Borgia. Marido y mujer fruncieron labios y alzaron cejas. No hay que creer todo lo que se publica por ahí, murmuró él volteándose hacia ella. Eso se ha exagerado muchísimo, añadió su media naranja moviendo justicieramente la cabeza.

Más pasmada quedé yo que ellos. Lo peor es que no se me ocurría ninguna digresión inofensiva para salir del atolladero. Por mi mente pasaron la degradación de los bonos del ELA, el retiro de los maestros, la crisis de Ucrania y hasta el caso del niño Lorenzo. Sólo el centenario de Julia de Burgos ofrecía la posibilidad de un consenso. Pero, apenas abrí el pico para mencionarlo, mis interlocutores me endilgaron una fogosa defensa de la pureza eclesiástica que ni el mismísimo Harry Padilla hubiera podido superar.

Clamaron por el respeto a la presunción de inocencia de los sacerdotes imputados. Alegaron que se trataba de una exigua e insignificante minoría marginal. Aseguraron que las acusaciones eran meras patrañas tramadas por gente con agendas vengativas. Advirtieron que, de continuar la cacería de brujas desatada por el estado contra el clero, se corría el riesgo de hacer pagar a justos por pecadores. Y concluyeron que sin duda se trataba de una conspiración -masónica, judía, musulmana o, más probablemente, protestante- para erradicar de cuajo a la Santa Madre...

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