Un viaje para recordar

Colombia

Por Mildred Rivera Marrero

De entrada, sorprende la enorme extensión territorial que la conforma, donde co-existe una diversidad de climas, naturaleza, comunidades y espacios urbanos. Eso se advierte tan pronto se comienza a bajar la montaña, donde está el aeropuerto principal (hay dos), en ruta al valle donde se concentra el área metropolitana.

Un fresquito agradable nos da la bienvenida y se mantiene a lo largo de los 45 minutos que dura el trayecto hasta el hotel Intercontinental, instalado justo en la zona de "El Poblado" -sector chic- desde donde se ve un panorama espectacular del valle sembrado de casas y luces en la noche.

A partir de ahí, todo fueron sorpresas. Descubrí una ciudad vibrante, moderna, que mira hacia afuera buscando el desarrollo y la sofisticación, pero que mantiene el sabor de sus costumbres. Así, disfruté de un concierto público que combinó la música de una orquesta sinfónica juvenil con "la danza" de los chorros de agua de una enorme fuente similar a la del hotel Bellagio, en Las Vegas; abordé uno de esos camiones coloridos a los que llaman "chivas"; visité un sector de familias marginadas donde se construyó un funicular como medio de transportación pública; disfruté de varios parques pasivos, del acuario y del jardín botánico y de un pueblo colonial que goza de un envidiable nivel de conservación.

Allí también conocí a personajes como Ian Park, un geólogo canadiense que llegó a Colombia en busca de oro en 1983, estuvo diez años con una empresa minera y se fue huyendo de la violencia del país. Sin embargo, tras los cambios sociales y los esfuerzos de seguridad estratégicos, regresó el canadiense en 2003 al lugar que, según afirma, es el país donde más exploración de oro existe.

Ni hablar del culto por la comida y el café. La cocina tradicional, con sus arepas como plato particular, confeccionadas según la región; y la cocina moderna, que fusiona una rica diversidad de sabores, son atributos puntuales de la región.

Como parte de la visita, caminamos por los alrededores de las atracciones turísticas y por el centro de la ciudad. Nada como este ejercicio para tomar el pulso de la cotidianidad y ver que, por ejemplo, el país aún tiene una red de cabinas de teléfonos públicos, cosa que aquí ya casi no existen, y que algunos se paran en las aceras con decenas de celulares y venden los minutos al que lo necesite. A continuación, les cuento lo mejor de mi viaje a Medellín, Colombia:

Con este sugestivo nombre se...

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