Alquimista de las letras

Por Carmen Dolores Hernández

No es que falten esas enseñanzas: es que el foco principal del libro es autobiográfico. La anécdota - más o menos novelesca- entra a jugar papel después de que ha quedado sentado que el autor-protagonista está en un momento de agotamiento espiritual.

El relato adopta luego la fórmula usual de una búsqueda espiritual, expresada a través de un viaje transiberiano en un tren que se convierte en metáfora para la vida. Es el tercer gran viaje que Coelho ha integrado a su trayectoria literaria: el primero fue la peregrinación a Santiago en 1986 y el segundo el viaje a Roma de 1989.

Esta vez, el viaje empieza con la presencia de una extraña muchacha, Hilal, una "groupie" del autor, violinista destacada. De maneras un tanto misteriosas, el protagonista cae en cuenta de que la chica tiene algo que ver con su pasado, aunque no el inmediato, sino uno muy remoto, de hace 500 años. Intenta entonces acceder a esa vida anterior metiéndose dentro del círculo de energía del "aleph", punto de convergencia (como saben los lectores de Borges) de todos los tiempos y de todos los lugares.

Pero Coelho no es Borges y su "aleph" nos lleva a una historia vulgar de amores y traiciones durante la Inquisición española. El descubrimiento de una tragedia antiquísima resulta, más que...

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