Un año después, abierta la herida del terremoto

YAUCO.- El olor del arroz guisado y las costillas fritas arropan la calle frente a la vivienda de Haydeé Santos, en el sector la Joya, del barrio Barinas de este pueblo.Vivienda, sin embargo, es solo una manera de decirlo. Desde el 7 de enero del 2020, Haydeé, viuda de 61 años, no tiene casa. Pasa los días con sus noches en una caseta de toldos amarrados sobre un esqueleto de madera, a orillas de la calle.La cocina es un módulo de madera, no más grande que un pasillo, al lado de la caseta. Adentro, de día, todo se funde en el resplandor azul del sol traspasando el toldo. Pasan los carros, y los toldos se estremecen. Si llueve, se moja.Hay un árbol de Navidad de unos tres pies de altura, al lado está el pequeño sofá en el que Haydeé se tira una frisa por encima, se coloca en posición fetal para caber y se encomienda a Dios antes de dormir. "Digo: ‘señor, protégenos y cuídanos mientras dormimos’", dice la mujer.La caseta no tiene puertas. Cualquiera que pase caminando, mira y ve a Haydeé durmiendo. Pero ella no tiene temor. "Gracias a Dios, en esta parte nunca ha pasado nada malo", dice, sonriendo.La carretera es flanqueada por frondosos árboles. Densas sombras protegen la caseta del impacto directo del sol. El aire es fresco, como es típico en Navidad. Se siente la atmósfera del Bosque Seco de Guánica a unos minutos de distancia.El apacible panorama, no obstante, no logra disimular la atribulada situación de esta mujer. Al cumplirse hoy un año del terremoto, para ella, que se quedó sin la casa en la que vivió por décadas, al igual que para incontables otros, la recuperación prácticamente no ha comenzado.Las ayudas no fueron suficientes y dejaron a incontables sin acceso a una nueva vivienda digna. La pandemia de COVID-19 retrasó las gestiones de recuperación.Para colmo, la tierra nunca ha dejado de temblar, lo que mantiene a la gente en permanente ansiedad.Como resultado de todo esto, el panorama no ha cambiado demasiado desde aquella espantosa madrugada en que la tierra se sacudió como si la hubiera dinamitado, y casas y otros edificios se derrumbaron en estruendo de explosión, dejando a estas comunidades en un estado de trauma del que aún no salen.trauma persistente"Las personas por aquí no pueden olvidar la madrugada del 7 de enero", dice Carmen Villanueva, líder comunitaria que asiste a las comunidades a través de la organización Firmes, Unidos y Resilientes con la Abogacía (FURIA), creada por la organización Ayuda Legal Puerto Rico.Un...

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