antillanos

Estos últimos días han sido de intensas emociones y el panorama no tiene visos de cambiar. Tras el paso de Irma por el Caribe antillano, la región respira un aire de hermandad muy especial. Y no es que no exista, sino que, en medio del infortunio, pareciera emerger esa idea romántica de la patria antillana que, en el siglo XIX, ocupó el corazón de nuestro gran patricio, Ramón Emeterio Betances.

Puerto Rico ha sido el corazón que ha bombeado vida a las hermanas islas desafortunadas. El corazón de un Caribe que se estremece ante la vociferante voz silenciosa de una Madre Tierra que nos reclama. La vocación de apoyo es hermosa y loable y de eso, los puertorriqueños hemos dado cátedra.

Ahora, estas urgencias ambientales no pueden llevarnos a desentendernos de aquellos asuntos que permanecen en el tintero. El golpe, prácticamente corrido, de dos huracanes a nuestro país y la región, debe levantar una voz de alerta sobre el trato y manejo que le estamos dando a nuestros recursos naturales.

La deforestación, la construcción desmedida y desorganizada, la ausencia del reciclaje, el mal manejo de los desperdicios, la contaminación de...

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