El artista en su catedral de la abstracción

Un universo de luces, sombras y formas rodea a Luis Hernández Cruz. Por doquier, descansan atardeceres, amantes, estrellas, lunas, mares, geometrías que juntos van entrelazando sus 60 años de vida artística. Se confiesa "admirador de las cosas". En el espacio, hay inspiración sin fin. Llega con la música, las lecturas, la naturaleza, las pasiones y las soledades. Vaga en su propio Castillo de la Pureza, esa historia que une a Octavio Paz, Stéphane Mallarmé y Marcel Duchamp, y que a sus 80 y tantos lo tiene fascinado y, una vez más, encarándose con franqueza a la pregunta de la verdad, lo real, lo espiritual y la pureza en el arte.Luis Hernández Cruz es, sin duda, uno de los grandes artistas de este país. Su robusta carrera e inventario de obras lo colocan en un sitial admirable. Sin temor, ha embestido con fuerza creadora diversos medios y se ha reinventado, a su antojo, una y otra vez siempre con la abstracción como hilo conductor.Incansable, su entusiasmo ante las cosas tiene la misma frescura de quien recién comienza a descubrir los miles de vericuetos que tiene el arte. Su insaciable búsqueda por conocer y saber provoca que su espíritu artístico permanezca en constante tensión y necesidad de crear. Culto, agudo, con un sentido del humor que puede rayar en lo mordaz, nos asegura que pinta todos los días y así lo demuestra su catálogo de obras en el que figuran más de 1,200 creaciones contadas y registradas. En ellas, hay grabados, esculturas en metal, mármol, madera, relieves en fibra vítrea, vitrales, cerámica, en fin, todo medio al que pueda darle forma bidimensional o tridimensional en gran o pequeño formato."Trabajo todos los días. La pintura es un quehacer más y para despuntar hay que tener disciplina. No es que te levantas y dices ‘ah, hoy voy a pintar’, no, no es así, hay que pintar todos los días. Siempre se lo decía a mis estudiantes ‘ese cuadro te quedó muy bien, ahora vete, sigue pintando y haz 20, 30 más’, solo así es que se alcanza el éxito".La conversación comienza en su estudio. "Pasa, quiero que veas lo nuevo que estoy pintando". Se frota las manos, gesto muy característico del maestro, señal de que está satisfecho y en plena faena interpretativa. "Además, quiero que veas los bonsáis, los flamboyanes están florecidos, es un espectáculo".Las paredes de este espacio gritan lo que es su vida, su esencia: color, luz, forma, abstracción y geometría pura. De cada pared cuelga o se apoyan uno o varios cuadros, algunos...

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