Ay, Chuchin

Gabino Iglesias

Te llamaban jocoso, simpático, pintoresco. Tristemente, tu discurso se pudrió. Poco después de hacerte famosillo dejabas caer la cresta y salías corriendo de la oficina como quien escapa de la lluvia fría porque te pisaba los talones la Comisión de Ética.

Lo del carro te lo dejaron pasar con ficha y nadie se sorprendió cuando salió a la luz pública que, como muchos otros amantes de la palma, no hablabas inglés. Sin embargo, eso de salir corriendo con el rabo entre las patas te quedó feo. En un país donde la virilidad es tan importante, hay que ser más De Castro Font y menos Usain Bolt. Ahora, en lugar de revivir la actitud de chulo que tan popular te hizo con el pueblo, terminas de emborronar tu risible legado tratando de escabullirte del juicio que te espera con una carta de un siquiatra. Qué triste.

Por favor, Chuchin, échale una buena dosis de fortaleza testicular al asunto y aparécete sonriendo en corte, siéntate cómodo en donde te dé la gana y ráscate la entrepierna como lo hacías en el...

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