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En estos días hemos redescubierto la importancia suprema de la palabra integridad para la estabilidad de un país.Ser íntegro no es sinónimo de "ser de una sola pieza" como se piensa popularmente. Puedo ser consistente con un pensar y actuar torcido. Entonces, puedo ser consistentemente malo.A esa ecuación de integridad -pensamiento y acción- le hace falta otro elemento vital. La cualificación del pensamiento como una "convicción y compromiso con la honradez". La "nobleza en la honradez" puede estar asociada a nuestra filosofía de vida humanista, valores morales o éticos, rectitud de ánimo, buenas costumbres de familia o creencias religiosas, entre otros.Apoyados en un razonamiento de consumo hemos llegado a pensar que los valores son opcionales, de los cuales podemos disponer y que, dada la necesidad, se pueden enseñar en las escuelas mediante un currículo carente de modelos sociales como si se tratase de fórmulas matemáticas o datos históricos. No, así no fue que aprendimos valores.Estamos viviendo, a nivel mundial, un distanciamiento acelerado, por diversas razones, de los valores judeocristianos que marcaron el Occidente. A su vez, estos valores los hemos sustituido con un relativismo peligroso. El individualismo, el hedonismo, la neofilia y el escapismo en el entretenimiento nos han llevado a lo que se ha llamado la "esclavitud...

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