CA1114_0004

La controversia por el lenguaje invocada por un juez y resuelta por una mayoría del Tribunal Supremo contra el abogado Carlos Díaz Olivo podría ser considerada de escaso interés para las personas comunes y corrientes; una especie de "guerra de las galaxias", que solo interesa a los entendidos.Sin embargo, dicha controversia trasciende a los interesados -abogados y jueces- por su importancia para los derechos y obligaciones de todos en una sociedad democrática.Por un lado, el Supremo históricamente se ha arrogado la facultad de sancionar a los abogados y los ha equiparado con el sacerdocio, sujetos a su suprema voluntad. Al extremo de que los abogados son las únicas personas que siguen sujetos a la servidumbre involuntaria, llamada también esclavitud, porque están obligados a prestar ciertos servicios gratuitamente ante jueces que cobran siempre por sus servicios.Sin embargo, hay que reconocer que en cuanto al lenguaje y al respeto, el Supremo ha equiparado a los abogados y a los jueces, pues a ambos les requiere respeto mutuo. Y tiene que ser así, porque las pasiones que generan las controversias judiciales solo pueden atenderse con prudencia y mediante un lenguaje que no convierta ese intercambio de opiniones en una...

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