Una casa para los artesanos

KISSIMMEE, Florida.- En cada esquina de este lugar, se asoma un puñado de obras de arte, grandes, pequeñas y medianas. De madera, tela, hilos. Otras son en vidrio pulido por las olas de alguna playa borincana.Es un espacio que abrió sus puertas, hace cuatro meses, en el 112 de Broadway Boulevard en Kissimmee, pero está repleta de piezas construidas por manos puertorriqueñas aquí en Florida Central.De hecho, Casa del Artesano es en sí misma una pieza de arte que se destaca entre los establecimientos del histórico centro urbano de esta ciudad y que algunos han bautizado como el municipio 79 de Puerto Rico por tener la más grande concentración de boricuas en Florida.Su dueña, Darlene Ramírez, es una artista particular pues, como las marejadas, unas veces rompió su energía en el mundo corporativo como química ambiental, pero otras veces sus olas batieron sobre la arena del arte y la música.En Puerto Rico, tuvo una tienda de artesanías en Bayamón, pero cuando, en septiembre de 1998, el huracán Georges golpeó la isla, perdió todo y tuvo que cerrarla. "Ya mami y una hermana vivían en Kissimee y como ya había trabajado en refinerías como la Gulf, pues decidí mudarme", contó.Pero no logró encontrar un empleo en su área profesional. "La magia de la Florida se acaba cuando sales de los portones de la casa de Mickey Mouse. No encontrar empleo me causó depresión. Hasta que conocí a Aida Echegoye, maestra del mundillo, y tomé unas clases con ella", narró.El mundillo es un arte de encajes que se tejen utilizando unos palitos o bolillos que tienen, cada uno, hilos amarrados y que en manos diestras y pacientes se combinan y cruzan sobre un patrón hasta ir conformando creaciones que adornan ropa o que producen delicadas mantillas o manteles.Cuando Darlene dominó este arte, decidió ofrecer clases a niños y a adultos y, en 2006, fundó el Festival del Mundillo, en unos años en que un evento hispano de envergadura era cosa rara en Florida Central. Al mismo tiempo, y dejando a lo lejos el mundo de las refinerías, se convierte en maestra de Química en una escuela superior."Era los años de la migración, de aquella diáspora de antes del huracán María que estaba llegando a Florida Central y muchos de esos jóvenes no se estaban graduando de escuela superior. Desertaban. Y como luego no me renovaron el contrato como maestra, quise abrir un lugar para ofrecer clases o talleres para ayudarlos", dijo.Pero el lugar que recién había alquilado para ello tenía algunas...

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