Los cerdos amenazan la salud pública

Viven en comunidad, por lo que no es extraño observar que donde aparece un cerdo vietnamita, en cuestión de segundos, llegan decenas más. Merodean por calles, aceras y solares, principalmente buscando comida. Emiten un sonido similar a un gruñido y, tras buscar algún charco donde refrescarse, es común verlos luego frotar sus cuerpos en verjas, paredes y hasta tensores de postes eléctricos.Este fue parte del escenario que observó ayer El Nuevo Día durante un recorrido por la Península de Cantera, donde, desde hace varios años, hay una sobrepoblación de estos animales.La territorialidad de los marranos por Cantera, el Caño Martín Peña y otras comunidades aledañas es tal que conviven con perros y gatos realengos y hasta palomas, entre otros animales silvestres."La tormenta (el huracán María) se llevó las palomas y los trajo a ellos. Están por todas partes en (el residencial Nemesio) Canales, Luis Lloréns (Torres), en la (calle) Loíza, donde quiera hay manadas de esos animales", dijo Luis Marcano, residente de Cantera.Aunque el hombre catalogó estos animales como "pacíficos" y admitió que a veces les compra comida, reconoció que provocan molestias entre vecinos del área, principalmente, porque se ensucian en el fango y luego se rascan en las paredes, manchándolas.Mientras Marcano dialogaba con este diario, su esposa, Wanda Losada, se asomó al balcón de su casa en un segundo piso y comenzó a tirar pedazos de pan a la vez que gritaba "Minga, Minga, Minga", llamando a los cerdos para que fueran a comer. Los animales llegaron."Es que al principio venían dos y ella les llamó Minga y Petraca porque se parecían", explicó Marcano, quien comentó que aunque reconoce la molestia que puede causar la sobrepoblación de estos animales, siente lástima por ellos y entiende que matarlos no es una solución para su control.Entre los defensores de estos animales se encuentra Ramón Roena, empleado retirado del gobierno, quien opinó que los cerdos que permanecen por este vecindario son dóciles y no hacen daño."Ellos no molestan, ni siquiera a los perros o las galllinas. Sí se propagan mucho y rápido, cada tres meses. Ese monte ahí atrás está cundío de ellos", comentó Carlos Heredia, otro vecino de Cantera.Mientras, al pescador Vladimir Ramírez sí le incomoda la presencia de estos animales."Es una epidemia. Corren todo el caserío (residencial Las Margaritas). Rompen verjas y viran zafacones. Son demasiados. Deberían recogerlos y llevárselos a un sitio...

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