Con el corazón en la GARGANTA

En Costa Rica

En un paisaje como éste, en el primero de doce tramos del 'canopy tour' que fue central en mi viaje de aventuras quedé detenida, colgada del bendito cable, dando una vuelta, quizás dos, cuando se suponía que debía llegar en unos segundos a la plataforma donde tomaría el segundo cable. La velocidad me hizo frenar antes de tiempo. Obviando mi nada usual situación, me enderecé y me dejé llevar hasta la plataforma donde me esperaba el guía.

En absoluto contraste con esta experiencia, en la absoluta tranquilidad de la naturaleza, vimos el lento trayecto por los árboles de una osa perezosa cargando a su cría agarrada del pecho. Dio el tiempo perfecto para tomarle fotos. Y volver a los cables.

Confieso que me tomó algún tiempo disfrutar de la aventura. Faltando cinco cables por recorrer vi unas hermosas villas que forman parte del complejo hotelero donde me hospedé. Y al ver que la plataforma tenía una escalera pregunté ¿Me puedo bajar aquí? Pero resistí, y desistí. Pensé: uno, en cuánto me aburriría mientras esperaba al resto del grupo; y dos, no quería quedar para la historia como "la puertorriqueña que se bajó del canopy". Entre el orgullo nacional y el personal, completé los doce cables.

Al final, recorrí tres kilómetros y crucé cinco cañones, de entre 50 y 500 metros de ancho. Me encantó la vista y el viento y no olvidaré el particular sonido de las poleas sobre los cables del Canopy Los Cañones, ubicado en la falda del volcán Arenal, en las Llanuras del Norte. Cuesta $ 45 el tour. Se los recomiendo.

"El canopy es una combinación de la adrenalina que genera el cuerpo y las vistas de la naturaleza. Es una aventura que le está empezando a gustar al boricua", explicó el guía de turismo ecológico Rony Sibaja. "A los puertorriqueños le gusta más el agua, el 'rafting', los rápidos, safari en ríos, tener albercas y piscinas, algo más cercano a su cultura. No les dan miedo las aventuras de agua".

Por aquello de hacer honor a nuestra fama, busqué el mejor acomodo que pude en la canoa que me llevó por los rápidos del hermoso río Peñas Blancas, también en el norte.

En el trayecto, sorteando las piedras y peñones y empapándonos por la fuerza del agua, de vez en cuando, veía cómo mi compañero del frente remaba, ¡como un desesperado! Esta vez seguí las instrucciones del guía al pie de la letra. Juro que remé y paré según me indicaron. A veces tocaba las piedras con el remo. No empece el esfuerzo hubo quien me gritó: "Nilka, no estás batiendo...

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