Cuestiones generales en torno a la globalización

AutorLugo Camacho, Fernando L.
Páginas35-84
CAPÍTULO I:
Cuestiones generales en torno a la globalización
A. Breve descripción del fenómeno de globalización económica
1. Globalización en general
a) Problema con las definiciones
El término «globalización» es uno polisémico cuyos significados varían tanto
por la rama del saber desde la cual se le estudie, como desde el momento en el que
se le considere sus inicios. Muchos autores han tratado de dar cuenta, si no del
término, del fenómeno en sí. Es decir, antes de la utilización del término «globali-
zación» para expresar la ampliación de relaciones económicas y jurídicas que van
más allá de los límites «naturales» entre las personas físicas y jurídicas o entre los
Estados, ya muchos autores lo describían de formas diferentes.
Desde los comienzos del descubrimiento de América, ya comienzan a expan-
dirse los temas que más adelante se entenderían como relacionados a la «globali-
zación». Los trabajos de Vitoria y de Suárez en torno al Derecho de gentes, y pos-
teriormente las discusiones sobre el mercantilismo –Locke, Colbert, Hume, Smith,
y Ricardo–, son sólo ejemplos de reflexiones desde el Derecho, las Ciencias Políti-
cas, y la Economía, que plantean problemas relacionados con la expansión política
y económica de las potencias europeas desde el siglo XVI hasta el siglo XIX. Ninguno
de ellos hablaba de «globalización», pero sí de las consecuencias de los fenómenos
relacionados sobre el Derecho, el comercio internacional, y sobre los efectos de la
expansión económica sobre las economías estatales.
Sólo por dar algunos ejemplos, cuando Adam Smith atacaba la doctrina «mer-
cantilista» en su famosa obra de economía política6, o cuando David Ricardo desa-
rrollaba sus ideas en torno a la «ventaja comparativa7»; ambos estaban exponiendo
problemas en torno al intercambio comercial más allá de las fronteras del Estado,
es decir, ya hablaban de la economía en términos internacionales. También puede
6 Véase el capítulo 1 del libro III de SMITH, Adam, La riqueza de las naciones (1776): (libros I-II-
III y selección de los libros IV y V), traducido por Carlos Rodríguez Braun, Alianza Editorial, 2001.
7 Véase el capítulo 7 de RICARDO, David, Principles of political economy and taxation (1817),
Dutton, Every’s Library, 1974.
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verse en la descripción que dan Marx y Engels en su famoso manifiesto8, en el que
relaciona el crecimiento económico producto de la ampliación o «globalización»
de los mercados con cambios políticos que dicha ampliación comporta.
Y a principios del siglo XX, otro texto que describe la manera en que las mer-
cancías y los servicios se movían a través del mundo antes de la Primera Guerra
Mundial es uno de John Maynard Keynes, en el que apunta a que antes de dicha
guerra el mundo comercial y financiero mostraba un alto grado de interrelación
mundial9.
Los textos mencionados son sólo ejemplos de que el fenómeno de la
expansión de los mercados preocupó desde sus inicios a los pensadores que
se dedicaban a tratar sobre materias relacionadas. La Primera Guerra Mun-
dial le pondría un alto a esta libertad de movimiento de mercancías, y no se
recuperará hasta mucho después del fin de la Segunda Guerra Mundial10. Este
8 Véase a C. MARX – F. ENGELS, Manifiesto del Partido Comunista (1872), en Obras escogidas,
en tres tomos, vol. 1, 3 vols., Moscú, Editorial Progreso, 8va edición 1974, 99-140.; en la página
112: «El descubrimiento de América y la circunnavegación de África crearon un nuevo campo de
actividad. El mercado de la India y de China, la colonización de América, el intercambio con las
colonias, la multiplicación de los medios de cambio y de las mercancías en general imprimieron
al comercio, a la navegación y a la industria un impulso hasta entonces desconocido y aceleraron,
con ello, el desarrollo del elemento revolucionario de la sociedad feudal en descomposición… El
mercado mundial aceleró prodigiosamente el desarrollo del comercio, de la navegación y de los
medios de transporte por tierra. Este desarrollo influyó, a su vez, en el auge de la industria, y a
medida que se iban extendiendo la industria, el comercio, la navegación y los ferrocarriles, desa-
rrollábase la burguesía, multiplicándose sus capitales y relegando a segundo término a todas las
clases legadas por la Edad Media…».
9 Véase a J. M. KEYNES, Las consecuencias económicas de la paz (1919), Barcelona, Editorial
Crítica, S.A.; Grupo editorial Grijalbo, 1987; en el cuarto párrafo del segundo capítulo: «Todo
hombre de capacidad o carácter que sobresaliera de la medianía tenía abierto el paso a las clases
medias y superiores, para las que la vida ofrecía, a poca costa y con la menor molestia, convenien-
cias, comodidades y amenidades iguales a las de los más ricos y poderosos monarcas de otras
épocas. El habitante de Londres podía pedir por teléfono, al tomar en la cama el té de la mañana,
los variados productos de toda la tierra, en la cantidad que le satisficiera, y esperar que se los
llevara a su puerta; podía, en el mismo momento y por los mismos medios, invertir su riqueza en
recursos naturales y nuevas empresas de cualquier parte del mundo, y participar, sin esfuerzo ni
aun molestia, en sus frutos y ventajas prometidos, o podía optar por unir la suerte de su fortuna
a la buena fe de los vecinos de cualquier municipio importante, de cualquier continente que el
capricho o la información le sugirieran. Podía obtener, si los deseaba, medios para trasladarse a
cualquier país o clima, baratos y cómodos, sin pasaporte ni ninguna formalidad».
10 Por presentar otro ejemplo, en sus memorias, Stefan Zweig se lamentaba del modo en
que luego de la Primera Guerra Mundial se perdió en Europa la libertad de movimiento: «En
efecto: no hay, probablemente, nada que ponga en mayor evidencia la caída inmensa que sufrió
el mundo desde la Primera Guerra Mundial, como la restricción de la libertad de movimientos del
hombre, y la reducción de su derecho a la libertad. Antes de 1914 el mundo pertenecía a todos los
hombres. Cada cual iba adonde le placía, y permanecía allí mientras le gustaba. No se conocían
permisos ni prohibiciones… Se subía y bajaba de los trenes y vapores sin preguntar ni ser pregun-
tado; no había que llenar uno solo de los centenares de formularios que hoy se exigen. No había
autorizaciones, ni visados, ni clase alguna de molestias. Las mismas fronteras que hoy aduaneros,
policías y gendarmes transforman, debido a la desconfianza patológica de todos contra todos, en
un alambrado de púas, no significaban más que líneas simbólicas, que se cruzaba tan despreocu-
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fenómeno está descrito por Jeffry A. Frieden, y no en términos muy optimis-
tas11.
Más recientemente, y nuevamente por citar sólo un ejemplo más relacionado
con aspectos político-jurídicos, ya García Pelayo hablaba de las transformaciones
que el Estado venía experimentando como consecuencia de fuerzas que iban más
allá de su control12. En su texto declara que tomó el término «sociedad transnacio-
nal» de Raymond Aron13, y la define como «el conjunto social resultante de las inte-
racciones directas entre actores pertenecientes a sociedades de distintos Estados».
Distingue las relaciones que se dan dentro de una «sociedad nacional», de aquellas
que son propiamente relaciones internacionales, y explica que las relaciones «trans-
nacionales» no pueden encuadrarse específicamente en ninguna de ellas. Para él, «la
sociedad transnacional está constituida primordialmente por relaciones horizonta-
les de carácter funcional». Ante la objeción de que relaciones transnacionales pudie-
ran haberse experimentado desde la antigüedad y que en este sentido no constituyen
un fenómeno nuevo, García Pelayo contesta que «lo que caracteriza a nuestra época
es la amplitud, diversidad y movilidad del fenómeno, en una palabra, su importancia
y complejidad, el gran número y heterogeneidad de personas, ideas, intereses de
distinto tipo, bienes económicos recursos financieros, modelos tecnológicos, etc.,
que se movilizan a través de las fronteras y, sobre todo, el hecho de que mientras en
las épocas anteriores el fenómeno no afectaba en alto grado a la estructura de las
sociedades nacionales, sino tan sólo a ciertas capas de ellas… hoy, en cambio, el
fenómeno afecta extensa y profundamente a las sociedades nacionales y a las posi-
bilidades de su control por los respectivos Estados». En otras palabras, tanto la
escala como el alcance –extensión y profundidad–, y sus respectivas magnitudes,
hacen de este fenómeno uno cualitativamente diferente a lo que se experimentaba
en el pasado. Nótese el modo general en que intenta definir a la sociedad transna-
cional, y los problemas que destaca de los fenómenos asociados a ella: los múltiples
efectos sobre las sociedades nacionales, y la incapacidad del Estado de controlarlos.
Ya más recientemente comienza a utilizarse el término «globalización» de for-
ma más o menos común entre finales de los años 70 y principios de los años 80,
aunque hay quienes afirman que el término se utilizó por primera vez en 194414.
Aquí las definiciones comienzan a tornarse diversas, de acuerdo a los distintos
efectos que se estudian sobre las sociedades que la sufren.
padamente como el meridiano de Greenwich». S. ZWEIG, El mundo de ayer, México, D.F., Editorial
Porrúa, 1a. edición de la original de 1941, 1983; páginas 237-238.
11 FRIEDEN, Jeffry A., Global capitalism: its fall and rise in the twentieth century, W. W. Norton,
2007, en la página xv declara que «[m]ucha gente considera ahora que la globalización es un pro-
ceso inevitable e irreversible» (traducción del autor). Ese autor tiene dudas al respecto.
12 GARCÍA-PEL AYO, M., Las transformaciones del estado contemporáneo, Alianza Editorial,
1977. Véase en particular el capítulo titulado Sociedad y política transnacionales.
13 ARON, Raymond, Paz y guerra entre las naciones, Madrid, Revista de Occidente, 1963.
14 FEDER, B. J., “Theodore Levitt, 81, Who Coined the Term «Globalization», Is Dead”, The
New York Times, 2006; consultado el 3 mayo 2018, en https://www.nytimes.com/2006/07/06/busi-
ness/06levitt.html.

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