Delincristo

Yara Liceaga

Hemos acordado, por medio de no sancionar legalmente a los artistas -entiéndase muralistas y "graffiteros"- desde el 2006, además de hacer actividades, institucionalizadas o no, que fomenten el arte urbano o callejero (entiéndase "Graphopoli" (QEPD), "Los Muros Hablan", "Santurce es Ley") que revestir los espacios públicos de material visualmente estimulante es parte de un resurgir en el uso de las áreas por donde esta manifestación artística se despliega.

Los murales y "graffitis" repartidos como tatuajes movedizos sobre la piel que compone las fachadas de las avenidas Fernández Juncos y Ponce de León son en parte una reapropiación de la ciudad -no una emergencia visual de su profundo abandono-, una marca que evidencia que "el Arte was here", y que arte aquí significa directamente artista-obra y espectador y la comunión entre ambos: la mirada, la exposición.

Esa comunión sólo se da cuando decidimos escribir sobre la ciudad nuestros pasos, como proponía el filósofo francés Michel de Certeau, y con esa escritura damos sentido al espacio público. Añado a nuestros pasos, trazos más pesados y predirigidos como las cursivas del transporte...

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