Desvelo de amor y conservación

Por Lilliam Irizarry

Especial para El Nuevo Día

Y pensar que hace más de 20 años este manatieño renunció a un sueldazo en una farmacéutica porque no quería trabajar turnos nocturnos rotativos. Ahora los trabaja feliz y sin cobrar un chavo.

"No es lo mismo. Aquí trabajo en algo que de verdad me gusta. Es un trabajo en el que no me pagan, pero que me llena de otras formas: hay una satisfacción, una tranquilidad. Yo veo esto como un despejo y una limpieza de mente que tú no consigues dondequiera", sostiene el ebanista de 49 años que labora como voluntario del Fideicomiso de Conservación de Puerto Rico.

En Hacienda La Esperanza, Burgos lo mismo diseña y construye trampas para capturar cangrejos que monitorea las especies nocturnas competidoras y depredadoras del sapo concho.

A los cangrejos, los pesan, miden, fotografían y marcan con un microchip para luego liberarlos, como parte de una investigación para desarrollar un plan para su manejo y preservación. A los depredadores del sapo, los vigilan de cerca en un intento por saber cuán efectivo sería establecer aquí la segunda población de esa especie en peligro de extinción en la región cárstica del norte de la Isla.

Burgos también colabora en una investigación que busca identificar los componentes y procesos imperantes en la costa de esa reserva, lo que puede contribuir a su plan de manejo.

Pero lo que más disfruta, solo o acompañado, es recorrer a pie o en bicicleta la majestuosa finca, que incluye varios kilómetros de costa y más de 10 ecosistemas de gran valor ecológico, incluyendo formaciones de karso, cuatro distintos tipos de bosque con flora y fauna únicas, ciénagas que son hábitat de pájaros endémicos y migratorios, dunas cementadas, sistemas de mangle abundantes en vida marina y llanos aluviales ricos en humus, una sustancia compuesta por ciertos productos orgánicos de naturaleza coloidal que se usa para las actividades agrícolas intensivas. También cuenta con dos importantes estuarios y uno de los pocos bosques costeros que aún existen en la costa del norte de la isla.

En ese recorrido casi diario nunca falta la cámara...

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