UNA ESCUELA PARA TODOS

Por Carmen Graciela Díaz

Especial El Nuevo Día

Eso de que una escuela de arte es para unos pocos es pura falacia en este espacio. La Liga de Estudiantes de Arte de San Juan festeja 45 años de labor como una institución sin fines de lucro que se ha abocado a hacer accesible las variadas disciplinas del arte tanto para los que aspiran a ser artistas como para los que añoran un giro en su vida.

Para la directora de esta institución, Elsa Costas García, en los 32 años que lleva aquí una de las claves para que este centro educativo y cultural no se haya apagado como otros es que la gente se ha sentido atraída a tomar cursos que no tienen un enfoque académico, algo que amplía las posibilidades del público.

"Nosotros recibimos a todo el mundo no importa su estatus social. Aquí ha venido desde el hijo del gobernador hasta el hijo, digamos, de la persona de mantenimiento de la (Escuela Abraham) Lincoln y toman clases juntos. Aquí no hay diferencias y esa apertura ha sido clave", destaca la que con su andar por la escuela ubicada frente a la Plaza del Quinto Centenario en el Viejo San Juan revela que ese lugar es su casa.

Preguntarle a cada persona que trabaja en la Liga o que ha laborado allí trae puntos en común: aseguran que allí se siente magia, que hay una estructura administrativa y que las dinámicas de una familia son la base.

"Nuestra mejor carta de presentación es la recomendación de boca a boca. La gente es la que recomienda a la Liga porque nos hemos distinguido por tener una facultad de excelencia donde los mejores artistas han pasado como profesores en estos 45 años", plantea Costas.

El artista Antonio Martorell ha sido uno de los profesores que encontraron en la Liga un espacio físico y emocional para canalizar su vocación. "Los estudiantes estaban porque querían aprender y eso lo agradece el profesor", afirma quien, según sus cálculos, habrá dado clases por dos o tres años, entre los sesenta y ochenta, además de exponer su obra como lo hizo con la exhibición que tiene cerca de su corazón, White Christmas (1980).

"Había gente de todos las edades, súper adultos como soy ahora. Muchas veces les enseñé técnicas y conceptos a estudiantes que me doblaban la edad. Y ser testigo de esa curiosidad y ganas de aprender es muy grato", comparte Martorell al contraponer ese entusiasmo al de algunos estudiantes universitarios que no necesariamente están tan ávidos de aprender como los que tuvo en la Liga.

Esas ansias de querer estar son el tema...

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