Estudiantes boricuas sanan con la música

KISSIMMEE, Florida.- La veintena de jóvenes comenzó a ejecutar, de forma simultánea, la misma nota musical en cada uno de sus instrumentos. Trombones, saxofones, trompetas, clarinetes… todos buscaban alinearse en la misma frecuencia buscando el 440, la afinación perfecta.

En frente, el director Edwin Imer Santiago, observaba. Es de esos directores musicales que no mueve mucho sus manos, pero que con su mirada mantiene el control de ese grupo de jóvenes.

Es la banda de jazz más sobresaliente de la Escuela de Artes del Condado de Osceola. La mitad de sus integrantes son boricuas y su director, Imer, tiene sus raíces en Río Grande. Esta presencia puertorriqueña hace que, inevitablemente, cada interpretación tenga algo… una cadencia, un sabor, un sandungueo que emana de esos genes caribeños que todo lo permean.

Este salón musical es también un espacio rehabilitador. Tras el huracán, algunos de los estudiantes que llegaron a este condado buscando refugio tras la devastación que el ciclón María dejó en Puerto Rico, han hallado un espacio para sanar su alma y despejar algo de la ansiedad y el estrés que este evento dejó en sus almas.

“Hace dos meses, empecé a recibir estudiantes de la isla debido al huracán. La música los ayuda aun si no dominan el inglés. No hace faltar hablarlo para tocar música juntos”, dijo el profesor.

El director se colocó su chaqueta gris y bebió un sorbo de agua de su termo negro. Se paró frente a la orquesta y el bullicio del típico relajo adolescente se fue en sordina, poco a poco despareció. Todos los ojos se posicionaron sobre el director quien comenzó a tronar sus dedos, marcando el ritmo. “One-two-three-four”, contó. Y la orquesta quebró el silencio del salón con la canción “Cotton Club Stamp”, una melodía en jazz compuesta en 1920.

Con esta canción audicionaron y resultaron finalistas en una de las más prestigiosas competencias de grupos musicales de escuelas secundaria llamado “Essentially Ellington” y que se celebrará en mayo en Nueva York. El reto del grupo es conseguir el dinero para poder viajar al evento.

Terminaron la melodía pero querían revisar el tempo, o nivel de celeridad de la canción. Deciden repetirla, pero en lugar de tocar sus instrumentos, cada músico tarareó su participación en la melodía. “Pa-ra-ta. Ta-rara-ri-ra”, etcétera. Luego tocaron “Every Day”, un blues melancólico.

Sentado en la parte posterior estaba Danny Carrión, de 16 años y quien nació en San Lorenzo. Es trompetista y no solo toca...

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