Guerra entre padres

Por Mildred Rivera Marrero

mrivera1@elnuevodia.com

Los niños tenían 13 y seis años cuando inició el contencioso proceso de divorcio que duró cinco años, en medio del cual su marido y el padre de este la desprestigiaron frente a sus hijos, lograron la custodia provisional y, luego, la permanente y, finalmente, la mudanza con ellos a Florida sin que ella tuviera una dirección o número de teléfono para contactar a sus hijos.

"Eso es secuestro emocional. Eso es un rapto que hicieron con mis hijos", denuncia la mujer.

En aquel momento, Monge no sabía que son muchas las personas que pasan por situaciones similares y que ese patrón de conducta, conocido como alienación parental, es reconocido como un tipo de maltrato infantil en otros países. Eso es lo que pretende la medida contenida en el P. de la C. 1309 que considerará la Comisión cameral de bienestar social que dirige Luisa "Piti" Gándara el 23 y 25 de octubre.

Monge, al igual que otros progenitores, acudió infructuosamente a los tribunales en busca de auxilio -en su caso acudió cinco veces al Tribunal Supremo-. Varias veces fue respaldada por una evaluación sicológica de su marido que establecía que éste tenía 34 condiciones sicopatológicas y su declaración sobre los juegos que hacía su esposo con el niño más pequeño de tocarse los genitales, que fue la gota que colmó la copa para que decidiera pedir el divorcio por trato cruel. Monge atribuye el fracaso de sus gestiones judiciales al dinero e influencias que tenía la familia de su esposo.

"Los perdí", dice y hace una pausa para respirar. "A los niños los compran con dinero", agrega la mujer, a quien su marido llamaba "diabla" delante de su hijo menor.

"Yo los sigo amando porque son mis hijos", dice al referirse a los varones, que ahora tienen 32 y 39 años.

Monge volvió a ver a sus hijos en el 2003, cuando el pequeño la llamó para decirle que la quería ver. Pero "mis hijos me veían como una extraña porque todo lo que aprendieron fue 'tienes que despreciar a esa persona' ". No los volvió a ver.

Con la voz ahogada por la emoción y los ojos húmedos, Monge revela que esa enajenación de un padre por el otro resulta en "un gran sufrimiento para los niños, para los adolescentes y para los padres alienados porque tú los sigues amando toda la vida. Y no es cuestión de que yo no haya superado el dolor porque superé el dolor. Dios hizo un milagro en mi vida".

Sin embargo, Monge destaca que lo terrible no es lo que sufra un padre o una madre, sino el...

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