Hartura

ORLANDO PARGA

EXSENADOR POR EL PNP

El insulto y el ataque personalista siempre han sido ingredientes en la lucha política. A veces con gracia y elegancia que denotan la elevada cultura del interlocutor; en otras, con cruda expresión de bestialidad humana. La aceptación de estas modalidades en el discurso político corre con los tiempos y tiene alzas y bajas en la tolerancia colectiva del pueblo. La clase política no lo ha percibido aún pero evidentemente el pueblo se ha empachado. Las señales se oyen vibrantes en la última encuesta. El que supuestamente está derrotado, no lo está; el seguro triunfador, no lo es.

En el pasado, el discurso de barricada estuvo a cargo del orador "dienteperro" quien, a manera de banderillero que ablanda al toro, comenzaba el acto político arengando a la multitud en espera del alto liderato. Trágicamente, ahora el estilo es a la inversa y en el menú del discurso proselitista está omnipresente el ataque personalista contra el adversario del otro partido.

Para empeorar el ambiente, en la campaña de primarias, los aspirantes más creativos con el...

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