Hijo del teatro y guardián del cine

Se crio entre las butacas del teatro Silvia Rexach. Allí acumuló en su alcancía de vida un aluvión de experiencias que rasgaron su ser y lo marcaron con tinta indeleble.

Por eso, cada vez que evoca su pasado, esos vestigios toman formas y sus contornos se ven claros, llenos de colores, sensaciones, olores, texturas y sabores.

Al oírlo con detenimiento, se asimila que el guion de su existencia marca el tiempo en seis escenas importantes, todas con argumentos ricos. Un niño que veía el teatro como la forma en que sus padres se ganaban la vida. Un adolescente asustado que se convirtió en padre soltero a los 16 años. Un joven rebelde que apostó por una carrera en economía. Un destacado gerente de negocios de comida y discotecas que lo volcaron al mundo de la noche. Un adulto que revolucionó el mercado de la filmación de comerciales. Un hombre que ha trazado un exitoso camino en el arduo mundo de la producción del cine boricua.

En el libro de vida de Luillo Ruiz Ruiz no hay un desenlace. Sigue escribiendo sus páginas en blanco cada día, agregando personajes luminosos y otros antagónicos.

Y los suma a los que jamás saldrán del libreto de sus pasos: su madre Iris Miriam Ruiz, quien fue actriz, relacionista público, representante penepé y Ombudswoman, hoy a nivel internacional. Su padre, Luis Ruiz, luminotécnico y fotógrafo de Teve Guía. Su hermano Carlos, director de cine. Sus hijas Andrea y Abigail. Su esposa, Belly Torres. Y, muy importante, su equipo de trabajo sin los cuales el telón nunca sube.

Cada uno de ellos ha pulido los 46 años que lleva a cuestas y que lo convierten en uno de los máximos productores de cine en la isla.

Luillo es extrovertido, habla hasta por los poros, tiene un gran sentido del humor e irradia una energía electrificante. Pero, a la vez, confiesa ser tímido.

Llegar a la cumbre le ha dejado muchas lecciones importantes. Con ellas se ha hecho más fuerte y ha cosechado grandes triunfos. Con ellas también ha desechado las sombras del inframundo que se pasean por el lado oscuro del mundo que lo rodea: la vanidad, la fama desmedida y la avaricia inconmensurable. A las tres las repele sin miramiento alguno.

“Yo soy de la loza y el que tenga duda, tengo el certificado de nacimiento. Mi mamá era actriz y mi papá, luminotécnico de Teatro del Sesenta... Mi hermano y yo crecimos en el Silvia Rexach, viendo cómo se producía teatro”, dijo.

¿Cuánto te ha costado llegar a la cima?

—Sangre a borbotones, cataratas de sudor y chorros de lágrimas.

Luillo recibió a El Nuevo Día en las oficinas de producción que tiene en Hato Rey. Lo primero que hizo fue presentar a cada uno de los que laboran junto a él. Luego, nos ubicamos en su oficina, con grandes ventanales y afiches de festivales de cine y películas, que forman parte de su universo.

“Mi hermano y yo vimos La verdadera historia de Pedro Navaja por lo menos 52 veces, entre Los titingó de Juan Bobo y Puerto Rico fuá”, dijo sonriendo.

¿Cuál es el recuerdo más poderoso de tu niñez allí?

—Los payasos de Puerto Rico fuá siempre me dan nostalgia,

¿Cómo te marcó esa etapa?

—Maravilloso, imagínate, tener entretenimiento todas las noches con esta gente tan creativa... y teníamos que trabajar, limpiar, ayudar igual. Así que esos años nos otorgaron mucha madurez.

Y a temprana edad...

—Sí, lo que al final trabajó en contra es que soy bien inmaduro. Pero ya soy tan viejo, que es uno de mis atributos (se ríe).

Con el divorcio de sus padres, se adentró en el mundo de las relaciones públicas con la compañía de su mamá Madna Visión. Cada vez que habla de Iris Miriam, se le ilumina el rostro y es tan clara su influencia que Luillo no solo reclama estar más que orgulloso de ella, sino que se define como un clon de la...

Para continuar leyendo

Solicita tu prueba

VLEX utiliza cookies de inicio de sesión para aportarte una mejor experiencia de navegación. Si haces click en 'Aceptar' o continúas navegando por esta web consideramos que aceptas nuestra política de cookies. ACEPTAR