A la merced del cambio climático

Los muros de contención en balcones y puertas se quedaron pequeños. Los bloques y paletas de madera sobre los que hay neveras, estufas y lavadoras tampoco cumplieron su propósito. Las inundaciones causadas por el huracán María fueron de tal magnitud que, indudablemente, el agua no tuvo competencia.

Pasó en las ocho comunidades aledañas al caño Martín Peña, en San Juan, a cuyos residentes las inundaciones no les son ajenas. Al contrario. Las conocen tan bien que han adaptado sus casas a ellas. Los muros de contención y los electrodomésticos elevados son solo dos ejemplos.

Sin embargo, el pasado 20 de septiembre, cuando María tocó suelo boricua, esas medidas de adaptación no dieron abasto, y el panorama se complica ante pronósticos de eventos atmosféricos más intensos y recurrentes.

“Es un tema bien sensitivo, pero en estas comunidades pudieran estar los primeros refugiados de cambio climático en la isla”, dijo el oceanógrafo Aurelio Mercado, profesor e investigador de la Universidad de Puerto Rico en Mayagüez, quien lleva años advirtiendo sobre esta posibilidad.

La Organización de las Naciones Unidas (ONU) define a los refugiados o desplazados climáticos como aquellas personas que se ven obligadas a salir de sus lugares de origen a consecuencia del cambio climático. Esas consecuencias incluyen deforestación y desertización de hábitats o áreas de trabajo, aumentos drásticos en temperaturas y eventos naturales, como huracanes.

Según la ONU, en el mundo hay alrededor de 64 millones de refugiados climáticos y la cifra pudiera superar los 1,000 millones en 20 años.

ADAPTACIÓN

Más que a conciencia, los vecinos del caño Martín Peña han tomado medidas de adaptación al cambio climático por necesidad, opinó Mercado. Su intención es proteger vida y propiedad. Pero, a la larga, son medidas que buscan retrasar o posponer su reubicación a zonas más seguras.

Esa, no obstante, es una posibilidad fuera del panorama para Gladys Peña, de 71 años y residente hace más de dos décadas en la comunidad Las Monjas.

María destruyó el techo de madera y zinc de la segunda planta de su casa. Abajo, en la puerta de entrada, hay un muro de contención de dos bloques de alto, pero el agua del huracán lo sobrepasó sin problemas. Lo último que hizo, contó, fue “un roto en la pared del baño para que el agua discurra, porque ya no tengo fuerzas para sacarla a cubo”.

“Pero yo no me quiero ir de aquí. Yo quiero reparar mi espacio. Tengo que subir más el piso para que las...

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