"Los milagros están pasando todo el tiempo"

Por Miguel Díaz Román

end.mdiaz2@elnuevodia.com

Vargas Vidot no reclama tener línea directa con Dios, tampoco se transforma y habla en lenguas y mucho menos dice poseer el don de la curación. Pero nada más verlo, los olvidados sonríen y se le acercan. Y de pronto ocurre el milagro de la empatía: ellos le hablan y responden a sus preguntas con la naturalidad que sólo crece en las familias. El doctor aspira a despejar por unos instantes el dolor de esas almas atormentadas con un plato de alimento, un vendaje para la herida y el abrazo caliente.

Para cumplir su misión organizó Iniciativa Comunitaria (IC), esa entidad que hizo un acuerdo formal con el gobierno de Suiza para que sus miembros pudieran hacer un internado en su famoso programa de adicciones. Toda esa experiencia Vargas Vidot espera usarla en el primer programa de medicalización de adictos a nivel nacional que ofrecería servicios complementarios de tratamiento a los adictos 24 horas del día y los siete días a la semana.

Sus días ahora están dedicados a organizar el programa que tiene el respaldo del Departamento de Salud. En su oficina no hay pompa. En una pared cuelga una tela que exhibe un pensamiento del Dalai Lama que advierte sobre la dicha de ejercer la compasión.

Una palabra que conoce muy bien Vargas Vidot, un médico que actúa como un apóstol y que arrastra consigo a los miles de desamparados que nadie quiere atender.

¿Quién inspira la preocupación social en su vida?

Yo me he orientado hacia un visión salubrista de la vida que se casa muy bien con los valores y principios que aprendí de mi madre, Carmen Vidot, que todavía vive con mi papá en La Puntilla. Nosotros nos criamos en el Viejo San Juan. Nuestra familia pasó por innumerables situaciones económicas porque mi padre estuvo muchos años sin trabajo. Nosotros vimos muchas veces que unos alguaciles sacaran las cosas de la casa y las tiraran a la calle. Yo también sé lo que es estudiar junto con mi hermano menor en un colegio por la ayuda de la gente de la calle.

¿Cuántas personas había en su familia?

Éramos cuatro. Mi mamá, mi papá, mi hermano menor y yo. Mi hermano es pastor en varias iglesias bautistas en Minnesota. El también es un hombre entregado a lo social. En mi vida no pasó que un día me dije: voy a ser el tipo más bueno del mundo. Fue una evolución que viene desde crianza y por el efecto de poder reinterpretar las pobrezas y carencias de la vida a la luz de las posibilidades. Y que un día yo podré ayudar al prójimo y otro día yo necesitaré la ayuda de otros.

¿Lo ve como un apostolado?

Es un apostolado. Un apóstol en el mejor sentido de la palabra es alguien que fue encomendado a algo con un objetivo de llevar y traer. No hubo una iluminación divina, en el sentido de que un día vino una centella y a partir de ahí mi vida cambió. Pero con toda la honestidad del mundo y sin querer parecer más santo que nadie, yo reconozco la presencia de Dios en mi vida, en mis decisiones.

¿Cómo es eso?

Pues, siento una gran seguridad porque asumo por fe que existe un poder divino que guía a los seres humanos y que es un amor que fluye y que se manifiesta en la medida que uno lo reconoce. En montones de ocasiones me he encontrado en situaciones críticas sin...

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