Miramar se deja mirar

Por Carmen Dolores Hernández

En los dos volúmenes de este libro documentado con mapas, tablas, fotografías y dibujos arquitectónicos, Enrique Vivoni -junto con 22 estudiantes de la Facultad de Arquitectura de la UPR- hace un "reconocimiento intensivo" de Miramar. Al hacerlo, hace también la historia de nuestra sociedad y de nuestra arquitectura.

No son dos cosas diferentes: la historia de la arquitectura es la historia de la sociedad. La arquitectura define y conforma los espacios donde vivimos y nos movemos. Sus estilos y formas reflejan las actitudes y tendencias que sustentamos y nuestras aperturas, aspiraciones o limitaciones. La manera en que habitamos los espacios responde, a su vez, a las circunstancias económicas y comerciales, políticas y sociales del momento. La historia también se lee en el entorno edificado que nos rodea.

Vivoni, arquitecto e investigador, periodiza el desarrollo de Miramar señalando cinco momentos: Miramar I ( 1903-1920), Miramar II (1921-1930), Miramar III (1931-40), Miramar IV (1941-1950) y Miramar V (de 1951 en adelante).

Miramar I coincidió aproximadamente con el cambio de soberanía y el aumento en la población y el desarrollo económico del país. En 1903 la People's Cooperative Building Savings and Loan Association adquirió una finca de 95 cuerdas que pertenecía a Francisco Armengol Heras y la subdividió en 213 solares de entre 250 y 950 metros cuadrados

Se construyó entonces un número de residencias siguiendo el modelo de la quinta, utilizado en el sur de los Estados Unidos y en lugares del Caribe en donde había plantaciones. Son casas elevadas del suelo, con balcón y jardín al frente. Muchas tenían techos a dos aguas. Ese vocabulario formal era conocido de arquitectos y constructores puertorriqueños como Rafael del Valle Zeno y Ramón Gandía Córdova, que diseñaron y construyeron un número de las casas de la época. También lo hizo Antonin Nechodoma, cuyo estilo particular aún se puede ver en edificios como la antigua Union Church (hoy iglesia de Lourdes) y la casa Korber (centro hoy de la comunidad judía).

De las 214 quintas que había en 1917 sobreviven 22 que permiten estudiar la tipología arquitectónica de los exteriores y la distribución de los interiores. Un dato interesante es el nuevo tamaño y localización del comedor. Escribe Vivoni que "era el lugar de las ostentaciones, donde la familia demostraba su poder adquisitivo con el despliegue de sus vajillas, cubiertos de plata, candelabros y fina...

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