La miseria y los 'spas' del exceso

ÁNGEL DARÍO CARRERO

ESCRITOR

De todo esto me enteré al transitar casualmente cerca de uno de los veintitrés salones de belleza que el italiano Rossano Ferretti tiene repartidos en distintas "$ onas" (no es una errata) del globo terráqueo. En Madrid, por la calle de Villanueva. Especifico por si acaso necesitan publicidad gratuita. En Puerto Rico seguramente encontrarán clientes dispuestos a ofrecerse en sacrificio. ¿No somos, acaso, una Isla a la que le fascinan los excesos privados que se alimentan de las penurias colectivas?

Lo primero que llamó mi atención no fue el salón belleza, sino una señora que entraba con un bolso Kelly, tan llamativamente grande que pensé que cabía dentro una silla de montar. Un bolso de la casa de lujo francesa Hermès puede costar entre seis mil y treinta mil euros, según el modelo que se elija. No se molesten en ir a la tienda. Es parte del halo de misterio. Las exclusivas carteras sólo se pasean estratégicamente colgadas de los brazos tonificados y bronceados de las más ricas y famosas, como para cundir de envidia a las menos ricas y famosas. Éstas aguardan en otra lista de espera, como la de Ferretti, hasta que el dios mercado quiera. Por lo menos nuestra Jennifer utiliza una diminuta cartera de Wonder Woman para pintarse los labios; realmente digno de una ciudadana de Themyscira.

Llevaba prisa, pero todavía me dio tiempo para admirar los zapatos de la elegante señora que entraba al exclusivo salón. Otro animal abatido. Aceleré el paso y, de inmediato, por una extraña asociación, pensé en el rey de España, que para humillar a un elefante tuvo que desembolsar (otros, él no, que para eso es el rey) unos treinta mil euros: justo lo que vale la cartera de marras o unos treinta recortes con Ferretti (sin contar la propina).

Ella me dirá, si la confronto, que por lo menos utiliza -y con qué porte- los animales que mata (otros, ella no, que para eso ostenta). Que lo suyo no pasa de cocodrilos, dirá, que a tamaño de elefante no llegan sus gustos, aunque sí sus gastos. El rey, por su parte, no dirá, sino que ya dijo y públicamente que no lo volverá a hacer, pues ya lo había hecho mucho con demasiado, como se hiperboliza hoy sin gracia poética alguna.

Después del asunto de Botswana, todos los...

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