“No es solo un niño el que se va, es la familia completa”

La mujer recuerda con precisión fotográfica los más minúsculos detalles de los días en que adoptó a su niña.

La ropita desgastada en una bolsa de supermercado la primera vez que se la llevó a casa. La intensa lluvia el día de la segunda visita. La vez en que, cuando aún no era su hija oficialmente, su esposo se le alejó un momento mientras compartían en un parque y la niña, que tenía entonces tres años, exclamó: “¿Y papá?”.

“Ella dice ¿y papá? Y yo: ¿quién, aquel señor? Papá, dijo ella. Las dos trabajadoras sociales estaban sentadas en un banquito y se pararon las dos a la vez”, recuerda la mujer, contándolo con un brillo intenso en los ojos.

Ocho años después de la adopción, ocurrió un evento que la mujer no recuerda con tanto detalle. La niña tenía entonces 11 años. Tuvo un percance en la escuela. Fue imputada de golpear a un compañero, a una guardia escolar y de morder a una secretaria. Fue arrestada en la escuela, llevada a corte encadenada y la encarcelaron por tres días sin que se le hubiera probado ningún delito.

A los pocos días, los cargos fueron desestimados. Pero ya el daño estaba hecho. El terrible daño.

De ahí en adelante, nada fue igual en la vida de la niña, de la madre, el padre, su hermano, la familia extendida. Empezó un derrumbe que, trece años después, todavía no ha terminado.

Esto la mujer lo habla en voz baja. Confunde fechas y eventos. “Yo he tratado de borrar. A veces confundo las cosas; a veces se me olvidan. Uno se bloquea”, dice.

La mujer prefiere que no se le identifique. Su hija, que ahora tiene 25 años y es madre soltera de dos niños, había accedido a ser entrevistada. Pero, en el último momento, desistió. Para ella, para su padre, incluso para la madre, es un tema al que todavía se acercan como caminando en un terreno minado de recuerdos dolorosos y resortes traumáticos.

La mujer, a la que llamaremos Diana en este relato, quiso hablar porque cree que la historia de su hija, a la que llamaremos Lucía, ayuda a entender los traumas familiares que causan la política de arrestar y encausar criminalmente a niños, en momentos en que está pendiente en la Asamblea Legislativa una medida del presidente cameral, Carlos “Johnny” Méndez, que endurecería el sistema penal de menores.

Al mismo tiempo, el Gobierno parece haber descartado una iniciativa de los senadores José Vargas Vidot, Larry Seilhammer, Henry Neumann, Carmelo Ríos y Eduardo Bhatia para fijar en 13 años la edad mínima para que un menor pueda ser llevado a...

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