Los nuevos cronistas de Indias

SERGIO RAMÍREZ

ESCRITOR

La crónica encamina al periodismo en los albores de este incierto siglo veintiuno, y cuando uno examina la nómina de los convocados, más de setenta de España y América, islas y tierra firme, se da cuenta de que es, sobre todo, un oficio de jóvenes, y entre los jóvenes, no pocas mujeres que tienen sus mejores maestras en las figuras de Elena Poniatowska, la cronista ejemplar de La noche de Tlatelolco, o en Alma Guillermoprieto, mexicana también, o más recientemente en la argentina Leila Guerreiro.

Un viejo oficio, al que la crisis del periodismo abre nuevos espacios. En crisis, no porque vaya a desaparecer, sino porque está cambiando, y lo viejo no acaba de morir, ni lo nuevo acaba de nacer.

Alguien de entre el público reunido en el Museo Nacional de Antropología e Historia, compuesto mayormente por estudiantes de periodismo, preguntó por qué el nombre de "cronistas de Indias" para el encuentro, ¿se trataba acaso de una nostálgica evocación de lo rancio y de lo antiguo, en tiempos tan vertiginosos en los que los medios impresos desaparecen, como se acaba de anunciar respecto a la revista Newsweek?

La crónica, de verdad, es antigua, y está ligada a los inicios de la Historia misma, cuando Herodoto, además del primer historiador, fue también el primer cronista que dejó constancia por escrito de lo que vio y descubrió en sus viajes; y siglos después, otro gran cronista, Ryszard Kapuscinski, lo emuló contando lo que vio y descubrió en el siglo veinte.

Ambos, igual que los nuevos cronistas de indias, de Jon Lee Anderson a Juan Villoro, reúnen muchos oficios a la vez, exploradores, viajeros, reporteros, narradores literarios, periodistas, y, por la fuerza de la necesidad, también geógrafos, arqueólogos, etnólogos y paleontólogos, pues al poner pie afuera de las fronteras conocidas, se ven en la necesidad de comportarse como descubridores.

Pero el símil más inmediato del cronista de Indias viene a ser Bernal Díaz del Castillo, porque, soldado de la conquista, ya viejo en su retiro de Santiago de Guatemala, al leer la "Historia de las Indias y conquista de México", de López de Gómara, encuentra que un clérigo que se quedó en su muelle comodidad de Valladolid, le quiere contar su propia historia, y se rebela airado. Nadie puede venirle con cuentos; la verdad está en su propio sudor, y en sus penurias de soldado, y además, no sólo es testigo de vista. Es protagonista. Y se rebela poniéndose a escribir su "Historia verdadera de...

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