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El Puerto Rico posible, ¿por qué no?

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ANTONIO QUIÑONES CALDERÓN

ESCRITOR Y PERIODISTA

Preví un pueblo con profunda sensibilidad que rescatará de la indiferencia oficial y la dejadez institucional a su población de 130,000 niños y jóvenes de educación especial, ofensivamente desatendidos por una burocracia -lo mismo roja que azul- hace tiempo presidida por una desacertada escala de prioridades y un pavoroso déficit de sensibilidad.

Auguré un Puerto Rico que elevó a categoría suprema el respeto a nuestras mujeres y nuestros niños, en el que jamás habrá espacio para el ultraje de sus cuerpos, de sus mentes ni de sus emociones, mucho menos para la barbarie de la agresión o la muerte.

Vislumbré una educación que logrará regresar a sus aulas a los más de 17,000 adolescentes entre los 16 y los 19 años que abandonan la escuela tradicional todos los años y que alentará a continuar sus estudios al 40% de los estudiantes que no se gradúa a tiempo de escuela superior.

Vaticiné que nuestros legisladores y funcionarios del Ejecutivo fijarán su mirada desde el inicio del año y con propósito restaurador en el serio problema humano que nos merma como pueblo y representa el abandono y la desidia oficial en que se hallan unos 65,000 de nuestros ciudadanos mayores de 65 años de edad, incapaces físicamente para sostenerse por sí solos y malviviendo en su mundo de pobreza y soledad.

Idealicé una sociedad que, con la decidida colaboración de los sectores público y privado, hurgará con empeño ilimitado en las causas estructurales de la pobreza económica y social que incide sobre más del 48% de nuestra población, comenzando por la promoción de una educación integral para nuestros niños y jóvenes estudiantes hasta desarrollar en ellos todas sus posibilidades humanas, tanto en la tecnología, en los idiomas, en las ciencias y en las matemáticas, como en el enaltecimiento de los grandes valores del espíritu.

Atisbé un gobierno que detendrá su convocatoria pública al vicio del juego, generador de tanta desgracia...

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