¿Qué ha quedado de los cuatro pisos?

JUAN ANTONIO RAMOS

ESCRITOR

Indolente es lo mismo que flojo y perezoso. Eso es lo que piensa de nosotros, entre otras lindezas, el benedictino Fray Iñigo Abbad y Lasierra, autor de la Historia geográfica, civil y política de la Isla de San Juan Bautista de Puerto Rico, publicada en 1788. Esta obra intenta presentar un cuadro general y abarcador sobre el Puerto Rico de los primeros tres siglos durante el periodo colonial español, y también esboza el perfil físico, humano y sicológico del puertorriqueño. De acuerdo a Abbad, además de vagos somos "desidiosos" (dados a la inercia, "aplatanaos") e impulsivos, es decir, no medimos las consecuencias de nuestros actos, por eso miramos "con desprecio todos los peligros, y aun la misma muerte". El historiador español asegura que esas cualidades negativas y otras que he preferido omitir son producto "del calor del clima".

Dos siglos más tarde, Antonio S. Pedreira en su Insularismo (1934) refuerza esta visión nada alentadora del fraile, y añade otras características negativas que no dejan muy bien parados a los descendientes del negro africano. ".Factores hereditarios y ambientales de negativa índole hacen de Puerto Rico, una nave al garete", sentencia Pedreira.

Pero si creíamos que ya habíamos visto suficiente aquí nos llega René Marqués quien en El puertorriqueño dócil (1959) no sólo dice que el isleño tiene un carácter indeciso y negligente sino que, además, es dócil por naturaleza. Esta condición de docilidad explica la alarmante inclinación autodestructiva del boricua, quien vuelca sobre sí mismo y no sobre el "agresor e invasor yanqui" toda su violencia reprimida.

En éste y en otros sentidos, El país de cuatro pisos (1980) de José Luis González manifiesta, por primera vez, elementos positivos y esperanzadores en la tradición del ensayo que analiza la conducta y naturaleza del pueblo puertorriqueño a través de un proceso histórico y, sobre todo, de su quehacer cultural.

González trastoca de manera radical la posición asumida por la ensayística de la Generación del 30: 1) El símbolo que mejor representa a la unitaria familia puertorriqueña no es la casa patriarcal del hacendado criollo, sino el moderno condominio de cuatro pisos, más cercano a la movilidad urbana promovida por el desarrollismo muñocista; 2) No es la herencia hispana la que mejor nos define como pueblo sino la africana, mulata y caribeña; el primer puertorriqueño no se encuentra en los cafetales, en las alturas, en la sierra, ni se...

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