Racismo

HIRAM LOZADA

ABOGADO

Schomburg, quien nació en Santurce en 1874, demostró con sus hallazgos y escritos que las expresiones de la inteligencia, el arte y la belleza de la civilización y la cultura africana no son menores, ni inferiores, a las de la cultura europea.

Pero el discrimen racial aún se vive y se siente. Cierto que no hay letreros en los hoteles y casinos que prohíban la entrada de negros. Cierto que hay leyes que castigan el discrimen racial. Cierto que no hay escuelas o universidades segregadas por distinciones del color de la piel. Cierto que hay un presidente negro en Estados Unidos. Pero en Puerto Rico todavía hay manifestaciones ocultas y sutiles del racismo, que no son fáciles de detectar y que vienen de antaño.

En los tiempos del dominio español no hubo tapaderas. Ser negro o descendiente de negro era la cosa más afrentosa en la Isla, dijo el sacerdote Iñigo Abad y Lasierra en 1782. Eran los tiempos de la esclavitud. Y eso que tuvimos a Campeche, el sublime pintor, y a Rafael Cordero, el maestro, y que los héroes de las batallas contra los invasores ingleses y holandeses eran los pardos en las milicias coloniales.

Cuando llegaron los norteamericanos en 1898 cambió la cosa. Se intentó pintar de blanco toda la Isla. El líder anexionista José Celso Barbosa no hallaba cómo promover la admisión de la Isla mulata en la unión federal. Dijo que el problema del racismo no existía en Puerto Rico. Entonces, los norteamericanos, dueños de la tierra, no permitían que los negros y mulatos entraran en sus casonas en Guánica o en sus clubes en Miramar y El Condado.

En la década de 1930, dos escritores, Tomás S. Blanco y Antonio S. Pedreira, abordaron (o abortaron) el tema. El primero alegaba que...

Para continuar leyendo

Solicita tu prueba

VLEX utiliza cookies de inicio de sesión para aportarte una mejor experiencia de navegación. Si haces click en 'Aceptar' o continúas navegando por esta web consideramos que aceptas nuestra política de cookies. ACEPTAR