La redención de Sheyla

En aquellos tiempos, la vida parecía sonreírle a Sheyla Ohlinger.Nacida en Bayamón y criada entre ese pueblo y Toa Baja, de adolescente se había mudado a Isabela con su hermana mayor. Era mediados de los 90 y algunas cosas parecían caer en su sitio.La naturaleza la había premiado con unos fulgurantes ojos verdes, un cutis impoluto y una esbelta figura de casi seis pies de estatura, que hacía a recordar a dos conocidas beldades: la Miss Universo Dayanara Torres y la modelo Bárbara Serrano.Cuenta que un hombre una vez la vio caminando por Isabela. El hombre se dijo: "Esta joven tiene que ser modelo". La paró y le preguntó si había modelado. Ella respondió que no. Él la citó a una sesión fotográfica y, en poco tiempo, le había abierto de par en par las puertas luminosas, pero casi siempre impenetrables, del mundo del modelaje y de los certámenes de belleza.Deslumbrada, Sheyla se dejó llevar dócilmente. "Participé en Miss Maja, en Miss Modelo, en Miss Universo. Modelaba en las mejores pasarelas", cuenta.Ahí era que parecía que la vida le sonreía. Estaban los certámenes, las pasarelas, los trajes de diseñador, las prendas caras. Estaban las fiestas, los pases VIP a las discotecas, los restaurantes finos. También el alcohol y "las pastillas". La cortejaba gente de la farándula y la política, con quienes salía, dice, porque su representante le decía que le convenía a su carrera y no tanto porque le atrajeran los personajes en cuestión.Tenía la vida con la que, sin duda, alguna vez más de una chica ha soñado: una belleza rutilante, una carrera en el modelaje, trajes exclusivos, vida bajo reflectores, la procuraban famosos.Mas no todo lo que brilla es oro y esta no es la excepción. "Para mí era importante estar saliendo con un político. Te sientes importante, te sientes que eso es lo que tú necesitas en tu vida. Pero al final te das cuenta que es vacío", dice.Veinte y tantos años después de aquellos tiempos, esta es Sheyla hoy: los últimos 12 de sus 40 años los ha pasado presa, cumpliendo una sentencia de 60 años por un secuestro que, en su momento, reconoció, pero que ahora dice que su participación fue menor.Tiene dos hijas, una de 21 y otra de 16, a las que ha criado, dice, "en el salón de visitas de la cárcel y por teléfono".Después de muchos años de confusión, depresión, aislamiento e intentos de suicidio tras las rejas, está reencontrándose. Escribe (ha sido premiada en varios certámenes literarios), participa del grupo de teatro de la cárcel...

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