Regaló millones para combatir la pobreza

José E. Fernández Bjerg no logra descifrar exactamente el año, pero recuerda con claridad aquel día cuando se escapó de la finca que administraba su abuelo en Santa Isabel para llegar hasta las casitas de los trabajadores del cañaveral. Tenía una gran curiosidad: ver dónde vivían los niños con los que tanto jugaba en la hacienda.Lo que vio lo marcó el resto de su vida. Los niños allí andaban descalzos, desnudos o en "trapos". Las casas estaban maltrechas y hacinadas. Era la primera vez que veía la pobreza extrema tan de cerca. Aquella, simplemente, no era una forma digna de vivir."Era extremadamente triste... Era una pobreza extrema. Fue un ‘shock’ bien grande", dijo Fernández Bjerg. Para aquel, entonces tenía unos 10 años.Desde entonces, Fernández Bjerg desarrolló dos grandes metas de vida: generar la mayor cantidad de dinero que pudiera y usar esos fondos para combatir la pobreza, aquella que vio en lo que ahora es la comunidad de Playita Cortada en Santa Isabel. Y, en ambas encomiendas, el hombre, ahora de 76 años, ha tenido gran éxito."Si no tenía dinero, no podía ayudar", dijo Fernández Bjerg, uno de los principales artífices de la transformación del banco Oriental, en La Gran Entrevista de El Nuevo Día.Él estaba en una posición privilegiada para asumir tal encomienda. Venía de una familia acaudalada que, a mediados del siglo XX, vivía en Miramar. Cursó sus estudios primarios y secundarios en la Academia Perpetuo Socorro e hizo su bachillerato en Finanzas y Economía en la Universidad de Notre Dame en Indiana, donde años después se desempeñaría como síndico.Tras graduarse, comenzó a trabajar como corredor de inversiones, incluyendo los bonos que emitía el gobierno de Puerto Rico en Wall Street. Ya a los 26 años había acumulado el suficiente capital para vivir cómodamente el resto de su vida."Estaba corriendo inversiones de las 936 (las fábricas adscritas a los beneficios de la sección 936 del Código de Rentas Internas de EE.UU.). También, estábamos con los bonos de Puerto Rico eran buenos porque no pagaban impuestos. Esto fue como del 1965 al 1970", dijo.¿En aquel momento era anticipable lo que se vive hoy día?—No... Cuando se vino a ver el problema económico de Puerto Rico fue cuando botamos las 936. Ahí, todo el mundo sacó los chavos de Puerto Rico para afuera y todo empezó a caer.La crisis actual dista mucho de aquellas primeras décadas de su carrera en las que Puerto Rico estaba en plena bonanza. Eso permitió cierta creatividad en el manejo de las inversiones. Las fábricas 936, por ejemplo, tenían que mantener sus depósitos en la isla y ese dinero se usaba para invertir en asuntos como bienes raíces, en el mercado hipotecario y el de valores.A mediados de la década de 1980, Fernández Bjerg comenzó a encaminar su segunda gran meta en la vida: combatir la pobreza.Regresó a Puerto Rico después de una exitosa carrera en Nueva York. Aquí, un grupo de religiosos salesianos lo llevó a la comunidad Cucharillas en el barrio Palmas de Cataño. Además de la pobreza extrema, muchos de los residentes luchaban contra problemas de alcoholismo y violencia machista."Pensamos que, si lográbamos ir levantando la autoestima de la comunidad, iban a mejorar las cosas", sostuvo. De ahí salió la Asociación Pro Juventud de Cucharillas, que Fernández Bjerg ayudó a fundar junto a un grupo de residentes y religiosos.Lo primero que consiguieron fue el establecimiento de un Centro Head Start en la comunidad...

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