Reos más cerca de los suyos

A primera vista parece un gesto sencillo, sin grandes consecuencias. Quizás para el que puede decidir cada día dónde y qué comer, lo es. Pero para confinados y sus familiares, no se trata de meramente elegir un plato de comida, sino de un paso más hacia el proceso de rehabilitación.

“Son cosas que nos ayudan, porque nos hacen anhelar eso, a salir de aquí… cada mes estamos anhelando que llegue ese momento”, contó Joan Carlos De Jesús, quien cumple condena en la Cárcel Regional de Bayamón.

Hace ya unas semanas, el secretario de Corrección, Erik Y. Rolón, firmó varias órdenes administrativas cónsonas con lo que es el plan de reorganización de la agencia, firmado en 2011, con las que se busca que el confinado esté “lo más cercano a su hogar”, indicó en entrevista con El Nuevo Día.

Entre los cambios propuestos por el funcionario está, precisamente, el que los familiares de los confinados puedan llevarle alimentos, la última semana de cada mes, ya sean confeccionados por ellos o de su restaurante predilecto.

“Hay que hacer unos cambios que realmente vayan dirigidos a cumplir con esa obligación que tiene el Estado. No estamos hablando de que rehabilitar es opcional, rehabilitar es una obligación que tiene el Estado en virtud de la Constitución del gobierno de Puerto Rico”, dijo.

Tan pronto De Jesús tuvo conocimiento de la concesión del privilegio, le solicitó una llamada a la sociopenal e inmediatamente se comunicó con su esposa. Al inicio, admitió, no sabía qué pedirle. “Le dije: ‘Yo lo que quiero es arroz con gandules, lechón y un postre… entre ella y mi mamá lo preparó todo”, compartió el hombre que este próximo 2 de julio cumple cinco años en confinamiento.

“Es algo bien bonito, el sentarte tú con ellos y comer y nos hace sentir mejor. Ese día es especial”, señaló De Jesús, de 36 años y quien, para la segunda ocasión, le dijo a su familia que le llevaran arroz chino.

“La tercera vez pedí lo mismo, porque no sabía ni qué pedir, estaba desorientado”, agregó.

Esa misma alegría la reflejaban los rostros de sus familiares a pesar de la larga espera que representa cada período de visita. Ese era el caso de Julia Morales, quien venía a visitar a su hijo desde Manatí con su neverita en el baúl de carro.

“Él es bien comelón. La primera vez me pidió pernil, que se lo hice yo misma en casa, arroz con gandules, pasteles, los postres... Hoy se antojó de arroz chino y yo le hice una ensalada casera de lechuga, tomate y chayote que a él le encanta”, contó...

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