El sabor amargo del Adderall

Son las 10:30 de la mañana y Ernesto acaba de salir de un examen de una de sus clases de Derecho. Casi no durmió en toda la noche mientras estudiaba a la saciedad mamotretos repletos de casos judiciales que serían puestos a prueba a la mañana siguiente. A su lado, la tableta de Adderall.

“Empecé a usar Adderall cuando entré a Derecho, porque es una cantidad excesiva de lecturas y períodos de tiempo bien largos de estudio”, dice Ernesto, cuyo nombre, al igual que el de otros estudiantes entrevistados, es ficticio.

El Adderall es una anfetamina dentro del grupo de las drogas estimulantes que incrementa los niveles de dopamina en el cerebro. Pese a que su función oficial es atender a las personas que padecen de trastorno de déficit de atención e hiperactividad (TDAH) y narcolepsia, debido a su gran potencial para la concentración, la memoria y la productividad, muchos estudiantes universitarios han hallado en ella un refugio para noches largas sin sueño frente a páginas y páginas repletas de información.

“El efecto es como un high bien similar a la cocaína. Es un rush donde te sientes bien vivo, donde tienes unos niveles de lucidez bien altos. Estás en un estado bien despierto donde puedes realmente dirigir tus energías hacia lo que quieres hacer”, dice Esteban.

Toma mucha agua. Aunque no tiene ganas de comer -el Adderall quita el apetito-, come un trozo de guineo para mantener los niveles de azúcar y echarse potasio al sistema.

“Empiezo a atar cabos, y reconozco que es porque estoy concentrado y estoy realmente internalizando el material. Ayer, yo leí un caso, 20 páginas de un caso realmente complicado. Ese razonamiento rápido de poder conectar todos los puntos y poder entender la integridad del asunto, se me hace mucho más fácil. Es como un efecto casi visual en que estoy conectando ideas mucho más rápido”, comparte.

La primera vez que consumió Adderall fue para “janguear” por su efecto para mantener despierto el sistema. Luego, la escogió como alternativa para lidiar con una rutina de dos trabajos para sustentarse y clases de Derecho nocturnas que se derivaban en largas noches en vela. Ahora, compra 15 pastillas de 30 miligramos, y divide cada una en cuatro. Le rinden para todo el semestre. En el examen de Derecho para el que estudió anoche, obtuvo 90 puntos.

“La realidad es que me funciona. Me encuentro lúcido”, repite.

Sin embargo, Pamela, quien es paciente diagnosticada con TDAH, por lo que su posesión de Adderall es legítima, las usó...

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