Santa Clo Vive en La Cuchilla

Por Ana Teresa Toro .ana.toro@elnuevodia.com

Fotos Vanessa Serra

Un niño creyó que era "el año viejo colorao" y, al verlo, la gente del barrio La Cuchilla gritó despavorida "¡Conjurao sea! ¡Si es el mesmo demonio jablando en americano!"

Así pasó en el cuento de Abelardo Díaz Alfaro Santa Clo va a La Cuchilla, en el que este personaje se presenta como una cosa extraña, ajena e indeseable en un barrio en el que jamás se había visto un hombre gordo vestido de rojo cargando un saco de regalos. Hasta el momento todo era aguinaldos, todo eran Reyes Magos.

El cuento, publicado en la colección de relatos Terrazo (1947), se ubica aproximadamente a principios de los años veinte y retrata el conflicto entre el progreso visto como todo aquello procedente de los Estados Unidos y el atraso vinculado al mundo rural y a la tradición.

Pero del nacimiento del Estado Libre Asociado ya han pasado 60 años y del periodo que retrata el cuento unas cuantas décadas más. La Isla no es la misma y Santa Claus ya no es un personaje extraño y abominable, es el viejito simpático al que la mayoría de nuestros niños les piden sus deseos en Navidad, es el señor de barbas blancas que alimenta la ilusión de la mayor parte de la población. Pues, si bien es cierto que hay muchas familias para quienes quien llega el día de Nochebuena es el Niñito Jesús, para muchas otras es Santa Claus, un asistente del Niño Jesús que es pequeño y no puede con tantas cosas.

La cuestión es que este personaje se ha insertado en nuestra cultura y forma parte integral ya del modo en que los puertorriqueños celebran la Navidad. Sea por vía del comercio y la publicidad, sea porque se trata de un personaje mundialmente conocido o sea por el evidente tema de los vínculos políticos que nos atan a los Estados Unidos y sus tradiciones, la realidad es que -incomode o no- es una presencia que no se puede ignorar.

Para muestra, esta escena. Un niño de unos seis años me mira como buscando mi aprobación. Grita: ¡Santa! ¡Santa! Estamos en Plaza las Américas, cae la nieve de espuma y padres y abuelos esperan su turno para tomarse su foto con Santa Claus que de veras se parece a la imagen más tradicional del hombre viejito, de espejuelos finos y barba frondosa que mira con ternura. Santa carga un bebé, pero el niño a mi lado insiste. ¡Santa! Al segundo Santa lo mira y lo saluda. El niño me mira con los ojos más grandes del mundo. ¡Me miró!, dice emocionado y se pierde en el pasillo del centro comercial contándole...

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