Sorprendido el jefe de Corrección
Por Daniel Rivera Vargas
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El secretario del Departamento de Corrección y Rehabilitación (DCR), José R. Negrón Fernández, llega a pie poco antes de las 8:47 a.m. al portón de la institución para una visita sorpresa. "Buen día, vengo a ver a un confinado", dice Negrón a los tres oficiales en el portón.
Un guardia le pide el nombre del confinado al que visitaría. Negrón da un nombre, y lo buscan en los registros. Pero, mientras hacen la búsqueda, dos mujeres de avanzada edad entran por el portón y le pasan por el lado.
"¿Para visita?", pregunta el guardia.
"705"', responde una de las damas.
"Adelante", dice el oficial.
Negrón mira al agente de forma seria. "¿Por qué a ellos no se les preguntó a quién visitarían?", cuestiona.
"Porque ellos han venido antes y los conocen. Los conozco", replica algo nervioso el custodio Pérez, que atendía a Negrón.
"El proceso debe ser el mismo para todo el mundo", responde Negrón. "En un sistema como este el peor enemigo es la rutina y la confianza", agrega después.
Finalmente, entra Negrón. Sigue su camino a pie y bajo el sol por el largo patio y estacionamiento de la 705. Las visitas y, Negrón simulaba ser una, tienen que dejar su auto fuera de prisión.
De repente, el secretario se queda mirando a un área verde que separa la 705 de la 1072, otra cárcel del complejo carcelario de Bayamón. Señala a una guagua en medio de un pequeño pastizal rotulada como "programa artesanal".
"Yo estaba buscando esa guagua, había venido de noche y no sabían decirme dónde estaba", dice Negrón.
Ya a la entrada del área de visitas, donde hay unas 32 personas, José Figueroa Feliciano, veterano de 61 años y familiar de un confinado, se acercó molesto a Negrón.
"¿Usted es el superintendente de prisiones de Puerto Rico?", le cuestiona.
"Es correcto", responde Negrón.
Entonces, Figueroa Feliciano comienza a enumerarle al secretario de Corrección una larga lista de críticas: que no avisan cuando el preso no está disponible; que hay poca comida en el área de visitas; que hacen recorrer largas distancias a personas en silla de ruedas; y que los empleados son "malcriados".
"Yo vi a una señora que sacó las manos para rezarle en la cabeza a un preso y vino un oficial y le dio en la mano", le cuenta indignado Figueroa Feliciano.
"Eso no se puede hacer. Tanto a los confinados como a ustedes se les debe dar trato humano", respondió Negrón.
"Hombre, usted es jefe de esta desgracia que hay aquí, hay mucha gente buena...
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