Tesoros en el desierto

Por Mariana Lafont

A 28 kilómetros de Sarmiento está el Área Natural Protegida Bosque Petrificado José Ormachea. El área natural (que hace muchísimo tiempo estuvo cubierta por mar) parece un gran valle lunar y, lo más llamativo, es la increíble paleta de colores que tienen algunos cerros. Tanta diversidad cromática resulta de las diferentes capas de sedimentación que quedaron expuestas por la erosión. El parque tiene 1,880 hectáreas, un pasado de 90 a 120 millones de años y troncos de 65 millones de años. La mayoría son coníferas, ya que el clima predominante hace tanto tiempo era templado a cálido tropical y ello favorecía el crecimiento de tales especies. Pero el tiempo mutó y los bosques fueron muriendo a principios de la Era Terciaria, cuando se elevaron los Andes impidiendo el paso de vientos húmedos del Pacífico. Además, hubo erupciones volcánicas cuyas cenizas se esparcieron, cubrieron los bosques caídos y desde entonces empezó la petrificación.

Este lentísimo proceso transformó la materia orgánica en roca, pero conservando su aspecto exterior. El resultado es increíble, ya que de lejos se ve un tronco común y corriente y, al tocarlo, es una durísima roca con aspecto de madera. Y los más llamativos son los troncos ahuecados. En estos casos el proceso de petrificación fue incompleto y el centro del tronco se terminó descomponiendo.

Los Antiguos -en el noroeste de Santa Cruz- es el punto de partida para recorrer (sólo en verano) el "Camino del Monte Zeballos". Si no tienes vehículo propio, se puede contratar una excursión y ver parte del camino, pero lo ideal es verlo completo y llegar a la pequeña localidad de Lago Posadas. En sólo 165 kilómetros el cambio de paisaje es sorprendente, por momentos irreal, con rocas coloridas que hablan de un pasado volcánico de más de 70 millones de años. El trayecto comienza entre medio de los cañadones de los ríos Los Antiguos y Jeinimeni. En el kilómetro 22 se ve la formación de "Las Toscas Bayas" y, desde allí, se ve por última vez el lago Buenos Aires.

A partir de allí la estepa queda atrás y aparece un bosque de lenga y ñire con el río Jeinimeni al lado. Enseguida, surge la primera vista del Zeballos, rojizo e inconfundible cerro de 2,748 metros de alto que da nombre al camino. La ruta sigue ascendiendo y atraviesa campos de distintas estancias con el solitario Zeballos como centinela. De repente, y a mano izquierda, surge una extraña y alargada formación que parece una gran muralla, incluso...

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