La triste soledad de los viejos

Son las 10:00 a.m. de un martes y por el área cercana a la sala de espera de Centro Médico, en Río Piedras, abundan rostros cansados y bañados de incertidumbre. Entre estos, se encuentra el de Mariel Narváez, quien salió "un momento" de la sala de emergencias mientras a su esposo, accidentado días previos, le hacían unos estudios médicos."Vine afuera un ratito porque adentro hace mucho frío", dijo la mujer, abrigada de pies a cabeza.Con ánimo de conversar, Narváez cuenta que el cuadro dentro de la sala de emergencias es dramático por la cantidad de pacientes esperando ser atendidos."Hay muchos sin acompañante, la mayoría personas mayores y mucho confinado", dice la mujer.Según datos provistos por la administración de Centro Médico, actualmente allí les ofrecen servicio a 58 pacientes sin hogar ni familia identificada, en su mayoría, adultos mayores. Mientras, de 118 servicios de cuidado sustituto que el Departamento de la Familia aprobó en noviembre, 42 (o el 35.6%) fueron relacionados con adultos mayores en hospitales.La falta de acompañamiento -asegura Narváez- es preocupante por lo importante de tener alguien que vele y cuide al paciente en su estadía hospitalaria, cerciorándose que esté abrigado, buscándole comida y vigilando que reciba el cuidado médico que urge."En el área inicial es importante estar con un acompañante porque ahí no les dan alimentos ni nada, solo un suerito. Ya cuando entras al área de tratamiento una enfermera está pendiente (y les dan comida)", manifestó."Es que después que uno es viejo ya no sirve. Hay muchos hijos que se van y dejan a sus familiares viejos solos. Esa es la triste realidad", opinó una mujer que visitaba a un sobrino en el Hospital de Trauma, quien pidió no ser identificada.Son las 11:30 a.m. y a la sala de espera llegan más personas pues se acerca la hora de visita del hospital. Un hombre ofrece "billetes para la suerte", mientras un joven barre los alrededores de una cafetería cerca de la sala de emergencias de Centro Médico, donde varios empleados hacen fila para comprar algún alimento.Sentada en un banco frente a la sala de espera, María Santana, de Adjuntas, cuenta horrorizada cómo el día antes un hombre de edad avanzada les gritaba a las enfermeras que tenía "incontinencia urinaria" y que le urgía que lo llevaran al baño."Con sangre que le bajaba de una banda que tenía en la cabeza se levantó todo orinado. Daba pena. Finalmente, las enfermeras lo bañaron, pero lo dejaron solo con un ‘pamper’...

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