Cuando Trump nos visitó

Seis pies, dos pulgadas. Cabello rubio-rojizo. Un jacket azul con la insignia del águila que forma parte del escudo de los Estados Unidos. Camisa blanca de manga larga. Pantalón crema. Zapatos marrones. Donald Trump aparece en escena.

Cinco pies, 11 pulgadas. Cabellera larga teñida con rayos rubios. La lleva suelta. Pantalón negro. Camisa de cuello alto. Tacones altos. Gafas oscuras. Es Melania Trump.

Ambas imágenes se divisan a lo lejos al salir del helicóptero que los trasladó a la base aérea Andrews, en Maryland.

Son las 8:29 a.m. del martes, 3 de octubre de 2017.

Están por abordar el Air Force One para dirigirse a Puerto Rico. Son los únicos que faltan, el resto está ya adentro esperando para despegar como se estableció: a las 8:40 a.m.

Tan solo 24 horas antes, la Casa Blanca confirmaba que podía viajar en el avión presidencial en representación de El Nuevo Día. Llegar hasta la imponente nave aérea fue una gran odisea que comenzó con una alerta en mi celular, que informaba de una avioneta que se estrelló en el aeropuerto de Isla Grande.

Iba camino al hangar Signature de ese mismo aeropuerto a encontrarme con Michael Ayala, ayudante de la comisionada residente en Washington, Jenniffer González. Ambos debíamos tomar un avión que había traído suministros a la isla y que nos dejaría en Miami, desde donde cogeríamos un vuelo hasta Washington.

Pero el destino tenía escrita otra historia y la absorbimos con la intensidad del momento histórico que estábamos por vivir. El accidente de la avioneta, una Cesna 182 D Skyline que fue robada del aeropuerto de la isla de Saint Thomas y que provocó la muerte del piloto, dio un giro de 180 grados a nuestros planes.

Hice un bulto a las millas, tomé mi computadora y mi hermano Guille me llevó. Los restos de la nave seguían en el área verde de la pista cuando llegué. Eran las 11:30 a.m. El espacio aéreo estaba cerrado y ningún avión podía aterrizar o despegar hasta que lo autorizaran.

La espera fue larga. A las 2:15 p.m., un helicóptero movió los restos y a eso de las 3:00 p.m. abordamos el jet privado.

La espera seguía.

Mientras aguardaba por el despegue, la Casa Blanca seguía afinando los detalles de la visita de Trump a Puerto Rico para inspeccionar la severidad con que María atacó los 78 pueblos de la isla, una catástrofe sin precedentes en un siglo. En el Centro de Convenciones continuaban las operaciones de logística. En el área metropolitana, se intentaba volver poco a poco a una normalidad a medias...

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